POR: MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA
Hemos consultado documentos virreinales de Moquegua, y también republicanos, con abundante información sobre ese espacio, tanto de la ciudad capital del departamento y de la provincia de Mariscal Nieto, como de otras localidades en su extensión geográfica. Al respecto, hay una coincidencia: la ciudad de Moquegua fue fundada como Santa Catalina de Guadalcázar del Valle de Moquegua, un 25 de noviembre de 1541.
Se sabe que este espacio fue, en tiempos pasados, parte integrante del territorio dominado por los Tiahuanaco y los Wari, y tras otros dominios, fueron los incas quienes finalmente, antes de la conquista hispana, controlaban la zona en referencia.
Dentro de la Capitulación de Toledo, firmada por los Reyes de España, autorizando a Francisco Pizarro la conquista del Perú, se considera la fundación de ciudades, de modo que los conquistadores se convierten en sembradores de planta urbana, comenzando con la fundación de San Miguel, en Tangarará, el 15 de agosto de 1532. Es dentro de esta coyuntura que surge la ciudad de Moquegua, como resultado de la influencia de la cultura hispana, que prefería el urbanismo frente al ruralismo, la minería, sin descartar la agricultura, y la propiedad privada, en contraposición a la propiedad común.
LO MOQUEGUANO DENTRO DEL ALMA
Que lo moqueguano está presente en el alma de su gente, es un hecho innegable. Es evidente que las raíces de la identidad fluyen en el espíritu de los moqueguanos y moqueguanas, quienes siguen siéndolo donde quiera que se encuentren. Tienen en lo suyo eso que recibieron desde que estaban en el vientre materno y que también han hecho suyo los que han llegado a vivir en esa tierra de viñedos y buen sol.
La identidad regional, si se puede entender en este caso como la moqueguanidad, es un vínculo espiritual que enlaza a las personas con sus raíces mientras construyen un presente que se engarza hacia el porvenir. Esas raíces milenarias, que se pierden entre los orígenes de la patria peruana, tienen nexos en todo el territorio nacional.
Determinar si en Moquegua existe identidad regional es un tema que compete a los arqueólogos, quienes, con una especie de termómetro, tienen las herramientas metodológicas y los instrumentos que, a manera de un conjunto de 6 elementos, permiten dar una respuesta frente a esta inquietud. Esto no significa oposición frente a la identidad cultural de sus vecinos tacneños o arequipeños.
En el caso de Moquegua, la conciencia de pertenencia equivale al reconocimiento de lo suyo, de lo que es moqueguano: geográficamente, religiosamente, gastronómicamente, en dulcería, deportes, historia y otros tópicos. Es decir, acercarse paulatina y conscientemente a todo lo que es propio.
Lo anterior conduce al consenso de pertenencia, a sentir como propio lo de los otros pueblos moqueguanos, cuyos aportes en cada uno de los campos suman a esa identidad regional que se manifiesta constantemente.
ORGULLO DE PERTENENCIA
Conocedores y conscientes de lo anterior, se siente el orgullo de pertenencia por todo lo moqueguano, sin exclusiones, sin preferir y anteponer lo único que se considera valioso, porque todo lo moqueguano es materia de orgullo, desde Santa Catalina, los guargüeros, el pisco moqueguano, Carumas y cada hito de la historia regional. Asimismo, el cobre, el Centro Histórico de la Ciudad Capital, la Virgen de la Candelaria de Torata, la campiña, el sitio arqueológico Cerro Baúl, la Iglesia Belem, entre otros.
Un elemento importante es el rescate de las raíces tradicionales y de lo irredento, de los personajes que hicieron historia y merecen vivir en la memoria colectiva como el patriota Juan Vélez de Córdova. También es importante realizar más investigaciones en arqueología para conocer mayores detalles de un pasado moqueguano lejano.
La capacidad de desarrollo de la propia cultura se manifiesta en la patasca moqueguana, diferente a la de otras regiones, así como en el pisco y el vino, que tienen sello propio. Asimismo, se asegura que Moquegua es la única región en el continente en tener más de 500 recetas para la elaboración de panes, pasteles y dulces.
Frente a esta realidad, como respuesta a la existencia de los elementos anteriores, se puede concebir un proyecto futuro que considere la aspiración de todos o de la mayoría de los moqueguanos. [Miguel Arturo Seminario Ojeda]