POR: ÁNGEL DELGADO SILVA
¡Jamás maniobra –una descabellada cuestión de confianza– ha generado tanto desconcierto y aprensiones a granel! En lo inmediato, el gobierno altera el foco noticioso del momento, gracias a la sorpresa. De ahí que los titulares destacan un perentorio cierre del Congreso, las protestas parlamentarias supuran inquietud y los colectivos anuncian marchas en pro de la institucionalidad. El simple anuncio ha impactado políticamente, aunque sin proporción con la ridícula propuesta.
Como dice la mayoría de constitucionalistas: el pedido gubernamental es alucinante. El Primer Ministro no puede plantear la cuestión de confianza sobre asuntos ajenos al catálogo de competencias propias del gobierno. Y la Reforma Constitucional sólo le corresponde al Congreso. Tanto así, que el Art. 206º de la Carta prohíbe al presidente observar la ley de reforma (sí podría hacerlo con cualquiera otra legislación ordinaria). Por lo tanto, ¿cómo un funcionario de menor jerarquía, el Premier, ¿podría deducir cuestión de confianza sobre una materia que el presidente no puede observar?
En ese sentido, la posición del Congreso rechazando liminarmente el pedido de Torres está en lo justo. Y seguramente dicha negativa no acarreará su renuncia, ni la subsiguiente crisis total de gabinete (conditio sine qua non para la disolución del Parlamento). En su lugar, replica por continuar el trámite pidiendo participar en el próximo pleno congresal. Es decir, la tormenta inminente, que sobrecogía a muchos, se diluirá sin drama luego el proyecto de marras fuera archivado.
Cabe, entonces, preguntarse: ¿por qué este lance que amenaza al Congreso, a días del arribo de la misión de la OEA? Pareciera poco oportuno confrontar así. Más bien, podría devenir contraproducente para el Gobierno. ¿Será sólo torpeza? O ¿estamos ante un juego sutil y engañoso? Es tiempo de mirar con otros ojos las maniobras oficialistas. Quince meses después han aprendido algo; ya se notan estrategias mejor concebidas. Mantener la tesitura de menosprecio, podría llevar a equívocos y eventuales fracasos, a la oposición democrática.
Visto así, otro es el móvil de la cuestión planteada (no hay fuerza ni razón para jaquear al Parlamento, siquiera). Se persigue crear un clima político, previo a la visita de la OEA, a favor de la agenda oficialista. Aquella que reduce la crisis política nacional a un conflicto entre los Poderes del Estado; por la mala relación causada por los diseños constitucionales de la “cuestión de confianza” (disuelve al Congreso) y la “incapacidad moral” (vaca al presidente). En consecuencia, si estas herramientas se regularan de otra manera o simplemente desaparecieran (convertir a esta última en “incapacidad mental”), se recuperaría el equilibrio institucional superándose el impasse que hace peligrar la democracia. Esta salida contaría con la bendición de la misión diplomática. ¡Y Castillo fortalecido, feliz!