POR: FRANCISCO DIEZ-CANSECO TÁVARA
El nombramiento de un impresentable misógino, tránsfuga de varios partidos políticos y con deplorables antecedentes como Presidente del Consejo de Ministros es responsabilidad absoluta de quien hoy ejerce, con clara incapacidad, la Presidencia de la República: Pedro Castillo Terrones.
Castillo es la raíz del mal.
El caso de este innombrable sujeto -a quien expulsamos de Perú Nación para luego descubrir que no se había afiliado al partido- es una anécdota más en el rosario de desaciertos que ya constituye una marca de fábrica del gobierno de Castillo quien reconoció por fin, en la entrevista con del Rincón, que no está preparado para ejercer la jefatura del Estado.
Pero Castillo, incompetente hasta para ser comunista, no tiene propósito de enmienda y se aferra al poder y lo seguirá haciendo aun cuando, en ese empeño, siga hundiendo al Perú como ya lo está logrando con sentido mesiánico fruto de su propia ignorancia e incapacidad. El cree representar al pueblo peruano olvidado y marginado durante 200 años, según la tesis de los rojos. ¡Vaya forma de hacerlo!
Las cuatro palabras que le hicieron leer, seguramente ante un telepronter, para explicar las razones por las cuales va a “recomponer” el Gabinete ponen en evidencia no la humildad del campesino sino la soberbia de quien se ha encontrado súbitamente con el Poder político y, más allá de cualquier preparación, no tiene la capacidad ni la solvencia moral para ejercerlo y mucho menos propósito de enmienda frente a la gravedad de los “errores” que viene cometiendo con la asesoría de una comparsa de improvisados, oportunistas y corruptos.
Capítulo aparte merece su reciente ruptura y ahora público enfrentamiento con los caviares, esa seudo izquierda marxista pro terruca e hipócrita que siempre se coloca en el poder por la puerta falsa y luego traiciona a sus amos de turno apenas dejan de servir a sus intereses, que jamás son los altos intereses del pueblo del Perú, y que tanto daño han hecho a nuestra Patria en los últimos 30 años.
La vacancia de Pedro Castillo por incapacidad moral permanente es hoy un imperativo político y moral, valga la redundancia, y eso deben entenderlo aún las bancadas o congresistas mercantilistas del Congreso, aun cuando sólo fuere para protección de sus propias e inconfesables prioridades.