POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS
«Al rey la hacienda y la vida se ha de dar, pero no el honor que es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios…», expresiones del drama de honor en el “El alcalde de Zalamea” de Calderón de la Barca, reivindicando el honor, la dignidad y la justicia frente al abuso de poder. Y en la distancia de los tiempos, protagonistas y contextos nos encontramos con un documento hecho público, expresión de nuestro folclore político, donde más que una posición política frente al país, evidencia las mutuas desconfianzas de nuestra clase política en un encubierto propósito desestabilizador, atrevida e irónicamente le denominan “Compromiso de Honor”.
Un grupo de congresistas autodenominados Bloque Democrático impulsan y suscriben un documento de apoyo a la candidatura de Lady Camones a la presidencia del Congreso, cuyo proceso eleccionario será mañana martes 26 de julio; lo sustantivo del documento no incide en el fortalecimiento de la institución parlamentaria, una agenda legislativa especial, la imprescindible armonía y consensos políticos sino el compromiso de “en caso se produzca una sucesión presidencial someteremos esa distinta responsabilidad a la decisión de los miembros del Congreso, por lo que la inscripción de la candidatura será bajo el estricto compromiso a que, de producirse una renuncia, vacancia o impedimento de ejercer la Presidencia de la República por parte del señor Pedro Castillo Terrones y la señora Dina Boluarte, quienes nos representen en la mesa directiva renuncien a los cargos para los que hayan sido elegidos, debiendo someterse a votación una nueva Mesa Directiva”. En nuestra historia republicana y me atrevo a decir en experiencias políticas comparadas, no encontramos precedente similar alguno, creativa pero torpe nuestra representación parlamentaria.
Dicho documento nos permite legitimas lecturas, nada forzadas, “a confesión de parte relevo de pruebas”. El Congreso ya discutió dos mociones de vacancia contra el presidente Castillo, ninguna prospero por no alcanzar la votación calificada requerida, se viene ejecutando una labor de inducción respecto a los parlamentarios renuentes, acompañada de importante presión mediática; la subcomisión de acusaciones constitucionales viene procesando una denuncia contra el mismo presidente Castillo; hace una semana el pleno aprobó el informe de la Comisión de Fiscalización en cuyas recomendaciones se dispone derivarlo a la Subcomisión de acusaciones, una vez más; la Fiscalía de la Nación, dispuso la quinta investigación contra nuestra primera magistratura; y allanándose el camino, existe una denuncia contra la vicepresidente Dina Boluarte, que viene procesándose en los fueros parlamentarios, no hay otro vicepresidente porque en la fase pre eleccionaria fue desembarcado Vladimir Cerrón. El peso mayor de la gravitación de las decisiones políticas respecto al futuro presidencial descansa en el Congreso.
Hay una lectura adicional, la renuncia a convocar a elecciones general, obviando la desafectación y deslegitimidad frente a los ciudadanos, que puede constituir un insumo para despertarla de su parsimonia y con imprevisibles consecuencias, falta mayor lectura política.
Desde la perspectiva constitucional en la sucesión presidencial, lo precisa con claridad nuestro documento supremo, agotada la fórmula presidencial la responsabilidad recae en el Presidente del Congreso, sucedió con Valentín Paniagua, quien no era presidente del Congreso en ese momento; recientemente, ocurrió con Francisco Sagasti, que si bien era presidente del congreso el inefable Manual Merino, la masiva respuesta de rechazo ciudadano, forzó su elección para facilitar la asunción del cargo de presidente de la República. Situaciones excepcionales, que, de un tiempo a esta parte, en la inestabilidad crónica en que se encuentra sumido nuestro quehacer político y con disposición congresal, se recoge como circunstancia regular. Si bien el gobierno de Fujimori, estaba carente de legitimidad y lo absorbía la corrupción, no se preveía su renuncia por fax; en el caso de Merino, su ansiedad por el poder, no calculó la magnitud del rechazó ciudadano.
Que lo central en dicho documento sea establecer líneas claras para una sucesión presidencial, no es otra cosa que manifestación de una determinación: van por un relevo presidencial, y quieren asegurarse que en dicha circunstancia se acuda a una nueva elección de mesa directiva, y muy presta la candidata Camones firma dicho documento, aceptado que sirve para esto pero no para lo otro; pero, lo más grave, es que esa posibilidad cierta, estará sujeta a nuevas negociaciones políticas que las circunstancias lo determinen.
Lo claro es el menosprecio por la estabilidad y gobernabilidad del país; al acentuar ese compromiso no es otra cosa que la expresión del contraste político, de determinarse por una posición confrontacional y de renuncia a generar espacios de entendimiento y consensos, cuanta institucionalidad democrática tenemos como tarea que construir. Es decir, que para un sector del Congreso su mayor prioridad es asegurarse la banda presidencial, en la mezquindad propia de la soberbia, chato compromiso y expresivo desinterés por la estabilidad de nuestro país. En el supuesto, que pudiera darse la sucesión presidencial, esta debe ser consecuencia de la evolución natural de las cosas más no de la irresponsable zancadilla política impropia en un trascendente órgano constitucional.
Si la congresista Camones fuera elegida presidenta del Congreso, este documento de Compromiso de Honor, podría legalmente exigirle su renuncia para facilitar un nuevo proceso eleccionario al interior del Congreso, la respuesta es no; lo que queda, es la palabra, es el honor de la candidata, nada obliga a cumplir el compromiso firmado y la tentación del poder seduce, y si no veamos el caso Manuel Merino o la propia Maricarmen Alva; es nuestra clase política la que precisamente a destrozado la palabras honor, compromisos, declaraciones, actas, juramentos públicos y tanto más, que están en el rincón de las esperanzas truncas.
Nuestra escena política es dinámica, cuando se preveía que este Compromiso de Honor, era determinante en la consolidación de la candidatura propuesta; nos encontramos con una reconsideración al desistimiento inicial de Gladys Echaíz, acepta su candidatura, con el soporte de Bancadas que inicialmente apoyaban a Lady Camones y aún está procesándose la candidatura de Héctor Acuña. Estos dos últimos renunciaron a la Bancada APP para cobijarse en Bancadas que pudieran darles garantías de su postulación.
Hay fraccionamiento y nada asegura el éxito a candidatura alguna, allí el argumento “anticomunista” de un desconocido, pero más real Hernando Guerra García o la desesperación de Cesar Acuña, acusando de “sabotaje a la unidad de las fuerzas de oposición”, cuando está cosechando lo que ha sembrado. Reglamentariamente se requiere de un número de votos igual o superior a la mayoría simple de Congresistas concurrentes; si se concretizan las tres candidaturas, damos por descontado que habrá segunda vuelta. Y el compromiso de honor, poco habrá ayudado, más que puesto de manifiesto sus intereses subalternos.
Mi abuelo decía, que en sus tiempos no existían los notarios porque su palabra era escritura pública. Se llama honor.