POR: VÍCTOR ARPASI FLORES (PROMOCIÓN 1959)
Fue profesor de Lengua y Literatura del Colegio Nacional de La Libertad. Así lo conocimos y así lo respetábamos. Fue quien diseñó, en realidad, el destino de muchos de aquellos mozalbetes que acudieron a estudiar su secundaria, a la ahora llamada Institución Educativa Emblemática Simón Bolívar. Lo vemos con su proverbial postura de persona circunspecta, pero no inaccesible.
Su don de gentes era la de todo un caballero. Su voz suave, educada, denotaba la profundidad de su conocimiento y el respeto hacia la otra persona. Su aspecto y su trato noble, hasta diría aristocrático, pleno de fineza y distinción, no denotaba el vano complejo de superioridad, sino que era la expresión de calidad humana en su más grata manifestación. Era un señor profesor que llenó el alma de aquellos jóvenes que después serían los portavoces del pensamiento y actitud quijotil que mostrara e insuflara como un ideal en la forma de ser de los adolescentes que vivíamos sus clases de Literatura.
La presencia del doctor Juan B. Scarsi, como le llamábamos, fue clave, fundamental: su verbo incentivó el cultivo de la oratoria; su inclinación por la poesía al estilo del autor de La agonía del cristianismo, don Miguel de Unamuno, lo impulsó a gestar en la juventud la creatividad poética; y su pluma profunda en sus ideas y en la historia del Colegio de La Libertad y de Moquegua fue siendo el modelo para que poco a poco siguiéramos sus caminos en la prosa expositiva y argumentativa. Asimismo, configuró en nosotros la idealidad y realidad de la Patria Chica, tierra donde nacimos: surco y tabor de nuestras esperanzas. Fue el Moisés que nos llevó hacia el Sinaí de la Literatura y de la identidad telúrica.
Don Juan B. Scarsi había nacido en la idílica tierra torateña; luego de estudiar Letras y Literatura en San Marcos, estuvo por Sicuani, para luego llegar a Moquegua en mayo de 1948 hasta 1960. Después de una proficua labor, tuvo que alejarse de esta cálida tierra. El destino lo llevó por Chuquibamba, Ayacucho, Lima.
No dudamos que el mismo don que formó el alma de varias generaciones nuestras, también haya estado igual por aquellas tierras del grande Perú nuestro. Lejos de nosotros, ahora, separado ya por la barrera de lo inescrutable, estas líneas surgen de la gratitud.
Al recordar a nuestro insigne maestro, se conmueve el espíritu y unas lágrimas rebeldes quieren asomar por los ojos tratando de calmar el dolor que se siente por su ausencia y la humana y sencilla actitud de sus enseñanzas que jamás serán olvidadas.