POR: CÉSAR A. CARO JIMÉNEZ
El análisis sobre el estado del «Imperio Americano» y las medidas que podría implementar Donald Trump, como presidente número 47 de los Estados Unidos, plantea preguntas profundas sobre el futuro de la política global y la posición de Estados Unidos en ella. La idea de un imperio en decadencia no es nueva, y ha sido alimentada por eventos históricos significativos que han cuestionado la hegemonía estadounidense, como la crisis del petróleo en los años 70, la guerra de Vietnam, y más recientemente, las salidas de Irak y Afganistán.
Trump, en su segundo mandato, parece estar canalizando un deseo de recuperar una percepción de grandeza y poder que muchos de sus seguidores creen que se ha perdido. Su enfoque conservador y su reinterpretación de las doctrinas que forjaron la identidad estadounidense en el siglo XIX sugieren un intento de regresar a lo que él y su base consideran valores fundamentales. Sin embargo, este regreso al pasado no es una simple repetición; es una adaptación a un nuevo contexto global, donde las viejas reglas ya no parecen funcionar.
El lema «América para los americanos” pareciera encapsular su visión de una política exterior y económica que prioriza los intereses nacionales de Estados Unidos por encima de las alianzas tradicionales y del multilateralismo. Esto podría significar un cambio drástico en la manera en que Estados Unidos interactúa con el resto del mundo, buscando maximizar beneficios inmediatos a expensas de relaciones diplomáticas más matizadas. Este enfoque podría llevar a una mayor confrontación con potencias emergentes como China, y a un debilitamiento de las instituciones internacionales que han sido fundamentales para el orden global en las últimas décadas.
Además, la política de «negociación agresiva» de Trump, que se manifiesta en la imposición de aranceles y condiciones estrictas en los acuerdos comerciales, puede ser vista como una forma de utilizar el poder económico de Estados Unidos como una herramienta de coerción. Esto podría tener repercusiones significativas no solo para la economía estadounidense, sino también para la estabilidad económica global, ya que otros países podrían verse forzados a responder de manera similar, lo que podría desencadenar tensiones comerciales y políticas.
Además, hoy el panorama económico mundial no es el mismo que existía después de la primera y segunda guerra mundiales, donde EE.UU. era la única gran potencia con miles de empresas produciendo en su territorio siguiendo reglas corporativas y con la aceptación total de la divisa norteamericana como la moneda única para los intercambios y negocios en el orbe entero. En la actualidad las grandes empresas juegan sus propios partidos y ya no están situadas en su mayor parte en territorio norteamericano, además que en muchos casos pertenecen a multimillonarios que poseen inmensos recursos que superan a los de muchos estados como por ejemplo el Perú y que además deciden por cuenta propia, pudiendo decirse que quizás tan solo la China está en capacidad de competir con ellos, gracias a su dirección centralizada y disciplina social.
Por ello, creer que las medidas de Trump serán efectivas para recuperar al imperio, es pecar en exceso de optimistas, porque la efectividad de estas medidas dependerá en gran medida de la capacidad del actual presidente norteamericano para lograr atraer a sectores de la población que se sientan igualmente desilusionados con el estado actual del país, pero la polarización social en Estados Unidos podría complicar estos esfuerzos, y la percepción de un «Estados Unidos en ruina» podría ser una espada de doble filo.
En resumen, las medidas que Trump podría implementar en su segundo mandato podrían redefinir no solo el papel de Estados Unidos en el mundo, sino también la naturaleza misma de la política estadounidense. La búsqueda de recuperar la autoridad y el respeto de su nación podría llevar a un enfoque más agresivo y unilateral en la política exterior, con implicaciones que se extenderán mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos.
El futuro del «Imperio Americano» se presenta incierto, pero lo que es claro es que estamos ante una fase de transformación que podría tener consecuencias duraderas en la geopolítica global y en la economía norteamericana como por ejemplo con su política de inmigración que a decir de muchos especialistas la reducción de la misma, especialmente en sectores como la agricultura y la construcción, podría perjudicar la economía estadounidense, que depende en gran medida de la mano de obra inmigrante.