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martes, septiembre 9, 2025

Todo es Político: crónica de una escuela que nació en Moquegua

El inicio emocional del proyecto, sin embargo, se había marcado mucho antes. En la primera sesión, los participantes compartieron por qué habían decidido asistir. “Escuché a jóvenes decir que querían recuperar la política para el pueblo, que amaban a Moquegua y soñaban con transformarla. Ese día supe que estábamos en el camino correcto”, confiesa Estefany.

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POR: GUSTAVO PINO

La historia de la Escuela de Formación Ciudadana “Todo es Político” comienza en diciembre de 2024. Estefany Pacho, una de sus fundadoras, recuerda con nitidez aquella conversación decisiva con su colega y amigo, el politólogo Andy Philipps. “Después de haber estado fuera de Moquegua por estudios y trabajo, nos preguntamos cómo podíamos aportar a nuestra tierra”, dice. La respuesta llegó pronto: desde la política, no entendida como la rutina desgastada de los partidos, sino como herramienta de cambio y esperanza.

Esa tarde concluyeron que no bastaba con observar ni con criticar desde la distancia. Había que construir un espacio donde los jóvenes pudieran aprender, debatir y, sobre todo, incidir. La cifra que los motivaba era contundente: en el próximo proceso más de 2.5 millones de jóvenes votarían por primera vez y casi el 30% del electorado sería joven. “No se trata solo de participar, sino de darle voz a esta generación que tiene en sus manos el futuro del país”, afirma Pacho.

Al inicio fueron solo dos soñando desde “La Alternativa”, organización que ya empezaba a articularse. Pero pronto entendieron que solos no bastaba. En marzo de 2025 convocaron a organizaciones juveniles de Moquegua y la respuesta fue inmediata: ocho colectivos se sumaron. Coreju Moquegua, Qhantaña Joven Ilo, Biogreen Ilo, Consejo de la Juventud San Antonio y Chen Chen, REIJ, Pastoral Universitaria UNAM y Kusiñawi se unieron a la apuesta. “La Escuela dejó de ser un sueño personal para convertirse en un proyecto colectivo”, recuerda Estefany.

El nombre Todo es Político surgió de una convicción compartida. La política no se limita al Congreso o a los partidos, está en las decisiones diarias: cómo cuidamos el medioambiente, cómo exigimos seguridad o cómo nos organizamos en el barrio. Pacho lo explica con un ejemplo reciente: “Cuando artistas marcharon contra la inseguridad, algunos dijeron que no había que politizar. Pero la inseguridad sí es política, porque tiene raíces estructurales, leyes que favorecen a unos y autoridades que no cumplen su rol”.

La organización de la Escuela fue horizontal: unos se encargaron de la convocatoria, otros de los ponentes y un tercer grupo de las comunicaciones. La Sociedad de Artesanos abrió sus puertas para las sesiones presenciales. Nada vino de arriba: todo fue autogestionado y autofinanciado. “Ese esfuerzo colectivo nos dio un valor especial —cuenta Pacho—, porque cada detalle nació de nuestra propia convicción”.

La Escuela estuvo dirigida a jóvenes entre 16 y 35 años. A lo largo de cinco sesiones, se abordaron temas como nación e identidad, sistema político y económico, comunicación política, ética y gestión pública, fake news, desarrollo sostenible e incidencia política. Los facilitadores fueron representantes de las organizaciones aliadas, junto a especialistas invitados como Jonathan Castro, periodista de La Encerrona; Dina Sánchez, activista peruano-argentina; el Dr. Washington Zeballos y otros profesionales que aportaron experiencia y diversidad.

Uno de los momentos más intensos fue el ejercicio final: un mapeo de actores y diseño de planes de incidencia. Cada grupo presentó propuestas concretas ante un panel de expertos. “Queríamos que los jóvenes pasaran de la reflexión a la acción, y lo logramos”, dice Pacho.

La Escuela cerró su primera edición el 23 de agosto de 2025. El inicio emocional del proyecto, sin embargo, se había marcado mucho antes. En la primera sesión, los participantes compartieron por qué habían decidido asistir. “Escuché a jóvenes decir que querían recuperar la política para el pueblo, que amaban a Moquegua y soñaban con transformarla. Ese día supe que estábamos en el camino correcto”, confiesa Estefany.

Para ella y para el equipo, formar ciudadanía en este contexto es un acto de resistencia. Resistir a la apatía, a la desconfianza, al desencanto. Apostar por una política distinta, hecha desde la ética, la organización y la defensa de derechos. “La democracia se debilita cuando la gente se desentiende. Necesitamos ciudadanos críticos y activos para no repetir errores”, asegura.

La experiencia también trajo sorpresas. En menos de 24 horas ya había decenas de inscritos, no solo de Moquegua, sino de otras regiones del Sur, de Lima, de Ayacucho. Los ponentes aceptaron venir incluso por cuenta propia. Las redes sociales se convirtieron en un puente inesperado. “Fue como comprobar que Moquegua no era un lugar aislado, sino un punto de encuentro para un movimiento más grande”, explica Pacho.

Hoy, lo que empezó como una conversación entre dos amigos, es ya una causa compartida por decenas de jóvenes. Y aunque la primera edición concluyó, para Estefany Pacho esto apenas comienza: “Lo vivido nos confirmó que no estamos solos. Ahora el reto es sostener este espacio y lograr que los planes de incidencia que los jóvenes presentaron se concreten. Si algo nos queda claro es que Moquegua es clave para cambiar las cosas desde lo local”.

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