Esta es una serie de pequeñas anécdotas que a mí como a muchas personas nos pasó y nos seguirá pasando y sobre todo el día 14 de febrero, entre otras fechas especiales. Así es la vida, felicidad para la mayoría y tristeza para algunos, espero les agrade.
De sólo recordar esa fecha tiemblo y suspiro, porque desde siempre nunca he sido tan aficionado a las ceremonias protocolares ni mucho menos demostraciones de amor ni abrazos efusivos delante de la gente, peor todavía, nunca tuve tiempo para ser detallista, aunque siempre traté de dar lo mejor de mí, pero creo que nunca alcanzó.
Siempre suelo recordar que cuando estaba en el colegio, hace muchos años atrás, no tuve encuentros amorosos porque justamente era temporada de vacaciones y los amores furtivos tomaban una pausa, me liberada de regalos y cartitas de amor ya que en esos años no existían los celulares, el papel y la inspiración mandaban.
Cuando me mudé a la ciudad, allí sí que tuve la oportunidad de frecuentar muchos lugares y a relacionarme con entrañables personas, éramos jóvenes con una alta producción de hormonas, pero sin un peso en el bolsillo, como diría mi abuela, “te pongo de cabeza y no cae ni polvo de hornear”. Eran otros tiempos aquellos.
Siempre que tenía una relación, andaba preocupado porque tenía que asegurar las flores, el peluche, la tarjetita y bueno en algunas ocasiones la diversión nocturna. Pero siempre hallaba una solución práctica, pocos días antes del 14 de febrero y como por arte de magia surgía una discusión que duraba varios días y me ahorraba todo ese sacrificio. Pasaban los días y nos amistábamos, regresando todo a la normalidad.
Recuerdo que varias veces en la universidad, a días previos del 14 tuve que acudir al socorro de la familia cercana y sobre todo de las tías y tíos, a quienes les pedía un apoyo y me tenía que sincerar, caballero nomás les contaba mis “buenas intenciones” y recibía algunos soles a cambio, había que ajustarse al presupuesto, pero eran otros tiempos.
Muchos años después, pasaban cosas que uno nunca quiere pero que sin querer las provoca. Resulta que ya en el trabajo, planificábamos una reunión entre amigos un día antes, o sea el 13 de febrero y bueno todo empezaba con una pequeña reunión. Al comienzo y generalmente primaba la comida, después el clásico brindis por el amor y la amistad, pero siempre había alguien que decía ¿un traguito? Y empezaba la perdición, llegaba a casa pasado de copas y a dormir. Al día siguiente el 14, todo el día en cama o cortándola hasta que reaccionaba y me decía “ya las fregué”.
Por eso, quisiera decirles a todos y todas que este día sean sinceros consigo mismos y no esperen dar ni recibir nada a cambio. Aunque sea, dar o recibir un caramelo si es con el corazón es bueno, tengan mucha suerte y olvídense de mis historias, porque muchas de ellas sólo SON COSAS MIAS.