Escribe: Julio Failoc Rivas
Tacna pasa por la peor crisis su historia provocada por la COVID-19. El lugar común de peruanos y chilenos, el más emblemático de Tacna y Arica, ha sido una de sus principales víctimas.
El cierre de la frontera, el ingreso tardío de reactiva Perú y la incapacidad de las autoridades políticas para entender la dinámica de lo que está pasando con la economía tacneña se han alienado para presenciar el desahucio y la defunción de cientos de negocios con el consiguiente desempleo y el crecimiento de la inseguridad ciudadana.
Fue un duro golpe ver el Café Da Vinci, uno de los negocios más prósperos y concurridos de Tacna, cerrado y el local donde operaba, puesto en alquiler. Me podía imaginar todo, podría pasar todo, hasta incluso que nos podría derrotar la COVID, pero menos podía sospechar que el Café Da Vinci cerrara sus puertas y nos negara tomar un último café de despedida.
Un negocio ubicado exactamente en el ombligo de la ciudad, en una esquina imperdible, que daba acceso a otros negocios complementarios, pero que nunca fueron su competencia, un lugar perfecto para cualquier cita de negocio o amorosa e incluso hasta familiar. Funcionaba más de catorce horas diarias ininterrumpidas durante treinta días durante todo el año, con harta gente –como dicen los sureños- en todo momento.
El Da Vinci era el lugar preferido y liberado de los chilenos, era algo así como el Chinchorro de los chilenos en Tacna, que, a punto de ir con tanta insistencia, han hecho de ésta cafetería, un territorio suyo. Pero también era el espacio de tertulia de los tacneños tradicionales, de los antiguos, o de los que podían pagar quince lucas por un capuchino o veintidós lucas por un sanguche sabrosos especialidad de la casa. No era un negocio más de Tacna, sino el negocio perfecto quebrado por el cierre de fronteras.
El Da Vinci ha muerto, lo mató, no solo el coronavirus, la mató también la incomprensión de las tarifas de alquiler, la inacción y la indiferencia de sus autoridades, y la ausencia de los chilenos por el cierre de la frontera. Tacna y Arica están de duelo, porque era su lugar perfecto, donde la comida, el café, la atención, su ubicación eran perfectas. Los amantes, los amigos las familias y la gente que iban todos los días eran perfectos.
Y hasta Edmundo Roca, Marcelo Ramos, Enrique Kitamoto, Alberto Reátegui y yo, éramos perfectos por tan solo ir a tomar un café al Da Vinci para dibujar y tejer los sueños de una mina perfecta para Tacna, con la gente más perfecta.
Imagino que a todos nos debe estar pasando lo mismo en la ciudad donde quiera que vivimos. Ver tu lugar favorito cerrado, por la crisis generalizada que ha provocado la COVID-19 y la indiferencia de las autoridades, con un cartel que dice: “SE ALQUILA”.