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27 mayo, 2025 1:06 pm

San Jerónimo

“Hoy el templo de San Jerónimo es, prácticamente, el rostro de nuestra iglesia.”

POR: EDWIN ADRIAZOLA FLORES

Los templos siempre han sido espacios de recogimiento y reflexión, de esperanza y de fe. En toda comunidad, la necesidad de contar con un espacio dedicado a un ser superior, a una deidad, a un dios, es parte de su entendimiento de lo religioso, de lo sagrado. Los templos son, pues, lugares especiales para sus comunidades.

ORÍGENES EN EL VALLE

A poco de establecerse los españoles en tierras americanas, se hizo necesario determinar algunas consideraciones específicas para la erección de templos en diferentes localidades, y así lo entendieron las autoridades eclesiásticas de ese entonces. En el Primer Concilio Limense (1851-1852) se estableció la necesidad de construir iglesias en todos los pueblos en donde se encuentren los indios, pues, aunque muchos de ellos eran ya cristianos, con el tiempo su cantidad iría en aumento.

Así nació el pequeño templo en el valle de Ilo, tarea de los primeros pobladores europeos; este primer templo estuvo ubicado en la margen derecha del río, desde donde don Vicente de Córdova lo trasladó hacia la margen izquierda.

Su vida y las funciones para las que fue construido se desarrollaron sin mayor novedad hasta el 13 de agosto de 1868. En esa fecha, el templo quedó destruido luego del maremoto de aquel entonces.

San Jerónimo fue parte de la vida cotidiana de la pequeña población que ocupaba el pueblo y valle de Ilo; las familias contribuyeron con su sostenimiento económico donando haciendas, entregando diezmos y primicias, turnándose en el cargo de fabriqueros, participando en el remate de diezmos y en todo aquello que la creencia religiosa los motivaba. Muchos mostraron su generosidad en sus voluntades testamentarias, lo que le permitió al templo gozar de un periodo de tranquilidad en una comunidad de escasos recursos.

NUEVO TEMPLO EN PACOCHA

Luego del desastre de 1868, el pueblo de Ilo debió cambiar de lugar, migrando hacia la caleta de Pacocha; allí, en toda una “cuadra” o “manzana”, se levantó un nuevo templo, aparentemente de estructura similar al antiguo destruido por el maremoto. En febrero de 1871, don Francisco Balta colocó la primera piedra de la nueva construcción.

UN SÍMBOLO QUE PERDURA

Han pasado ya 150 años. Desde esa fecha, con ampliaciones, modificaciones, refacciones e intervenciones no siempre de manera adecuada, el templo de San Jerónimo se ha convertido en el símbolo más icónico de nuestra ciudad y de nuestra creencia. No solo soportó el tiempo, sino también la desidia y el abandono de quienes estaban obligados a mantenerlo en buenas condiciones. Muy por el contrario: una comisión de buenos vecinos, encabezada por don Rogelio Scott, inició la obra de ampliación del templo que nos ha permitido mantener la estructura original, ampliando el aforo de una feligresía cada vez en aumento.

Hoy el templo de San Jerónimo es, prácticamente, el rostro de nuestra iglesia.

Análisis & Opinión