Por: Mauricio Aguirre Corvalán
Salvo que de aquí al viernes se revele un hecho nuevo y más grave de lo que ya se conoce, la intención de vacar al presidente Martín Vizcarra parece ya descansar en paz. La mayoría de las bancadas dio marcha atrás después de que, por ironías del destino, fuera el propio presidente del Congreso, Manuel Merino, quien le tirara el salvavidas a Vizcarra al llamar a los altos mandos de las Fuerzas Armadas para asegurarse su lugar en Palacio de Gobierno.
Pero más allá de torpezas, ambiciones de poder, venganzas personales, negación de visitas palaciegas, traiciones y borrado de agendas, lo cierto es que esta nueva crisis nos deja varios temas para la reflexión.
EL VALOR DE LA VERDAD
El presidente Martín Vizcarra negó tener una relación con Richard Cisneros, pero de su propia boca supimos que se reunió por lo menos dos veces con él en Palacio, y que además se ponía de acuerdo con su círculo más cercano para adulterar agendas y negar cualquier reunión con el cantante.
El presidente faltó a la verdad. Así de simple. ¿Este sólo hecho es suficiente para que ya no deba estar en Palacio de Gobierno? Si queremos un mejor país, debemos revalorar el valor de la verdad.
PANDEMIA VERSUS PROBIDAD
Una vez revelados los audios y presentada la moción de pedido de vacancia presidencial, se escucharon muchas voces que criticaban la decisión del Congreso por plantearla en medio de la profunda crisis sanitaria y económica que vive el país.
Es cierto, estamos en medio de una situación muy grave, y en ese contexto añadir una crisis política no parece ser lo más coherente. Sin embargo, ¿debe estar la difícil coyuntura actual por encima de la probidad de nuestros gobernantes? La integridad y la moralidad deben ser pilares fundamentales en cualquier líder.
AMBICIÓN Y VENGANZA
Cuando la ambición y la venganza se juntan, el cóctel puede ser explosivo. Y si se trata de política, puede ser aún más letal.
Y esa es la bomba que en sólo unos cuantos días le explotó en las manos al presidente del Congreso, Manuel Merino, y al presidente de la Comisión de Fiscalización, Edgar Alarcón. El primero vio la gran oportunidad de llegar al sillón presidencial y el segundo la revancha perfecta por el caso Chinchero.
El resultado: el pedido de vacancia está agonizando y todo el Congreso se encuentra en entredicho por una actuación poco seria en un momento tan difícil para nuestro país. La ambición y la venganza no siempre son las mejores consejeras en política.
EL PARTIDO DE UNIFORME
Una vez más, una crisis política tiene el fiel de la balanza en las Fuerzas Armadas. Merino ya se sentía Presidente y llamó a los cuarteles para asegurarse de que lo dejen entrar a Palacio.
Vizcarra no tiene partido ni bancada en el Congreso, pero ha resuelto a su favor las crisis políticas que enfrentó apoyado en las Fuerzas Armadas. Lo hizo cuando cerró el Congreso el año pasado, y lo ha hecho ahora cuando el Congreso quiso cerrarlo a él.
EL PELEADOR CALLEJERO
Martín Vizcarra es quizá la mejor muestra del Perú de nuestros tiempos. Es un sobreviviente. Sin respaldo partidario, desde que asumió la presidencia ha caminado al borde del precipicio y cuando muchos pensaban que estaba por caer al abismo, siempre encontró la forma de mantenerse en pie.
Se puede decir que es un presidente con esquina, que es duro de matar, pero lo cierto es que desde la soledad del poder, cual peleador callejero, ha logrado vencer en todas las batallas políticas que hasta ahora enfrentó.
Esta crisis todavía no termina. Estamos en tensa calma, que ojalá no sea premonición de nuevas tormentas, pero es triste que cada vez más seguido el Perú tenga que pasar por el callejón de las siete puñaladas para intentar resolver sus problemas.