Por: Enrique Rivera Salas
Todos los 25 de mayo en el Calendario Cívico se asigna destacar la importancia de la Educación Inicial, fecha elegida internamente a los llamados Jardines de Infancia (Inicial, Jardín, Pronoei) por ser estos entes donde la Educación Inicial se convierte en un transformador del niño, desarrollando física, intelectual, afectiva, social y moralmente, con características y personalidad propia y, como tal necesitan de una atención específica principalmente desde los 3, 4 y 5 años, exhortando a los padres de familia y comunidad, para lograr los objetivos que propone este primer nivel.
Está demostrado que los primeros 5 años de vida constituyen la edad de desarrollo más riesgoso y decisivo para el ser humano.
El 50 % de la inteligencia se desarrolla desde el momento de la concepción hasta los 4 años y el 17 % de los 4 a los 6.
Igualmente están en pleno desarrollo los intereses gésticos de estructuración de lenguaje, de enriquecimiento de diferentes medios de comunicación, de afinamiento de sus coordinaciones motoras, y de estructuración de sus relaciones inter individuales y el desarrollo de su seguridad afectiva.
Los principios pedagógicos fundamentales que sustentan, la acción educativa en el nivel de Educación Inicial es: integridad, individualidad, actividad, libertad, socialización y creativo.
La Educación Inicial en el Perú fue creada en 1930, empezando a funcionar el Primer Jardín el 25 de mayo de 1931, en el parque La Mar en Lima.
Para conocimiento de todos podemos señalar que, a nivel de provincia de Islay, tenemos 2514 niños en Inicial, Jardín y Pronoei tanto estatales y particulares. Por ejemplo, en Cocachacra 433, en Deán Valdivia 270, en Islay 349, en Mejía 33, en Punta de Bombón 316 y en Mollendo 1113.
Reflexiones sobre los llamados también Jardines de Infancia.
Debe de existir en llamados Jardines de Educación Inicial un programa especial para controlar y curar problemas de salud que se presenten en los infantes de condición difícil.
Orientar a los infantes con nuestros ejemplos y olvidemos los castigos físicos, cuidemos su cuerpo, sus emociones y su espíritu.
El cerebro del niño, no es un vaso para llenar, el cerebro es una lámpara para encender, los hijos son el reflejo de sus padres.
¡Hay quien pervierta a los niños con sus malos ejemplos! Ellos no merecen que sean juzgados y castigados, severamente, para escarmiento.
Aceptar, proteger y preservar a los infantes mediante la orientación y realización de nuestros actos, en forma transparente, para que se prepare en la vida con una conducta equilibrada.
La infancia merece toda clase de protección: física, moral, económica y sobre todo formación cristiana.