Por: Enrique Rivera Salas
A lo largo del tiempo, el respeto se ha ido debilitando en nuestra sociedad, principalmente debido a que tanto padres como educadores han dejado de enfocarse en la enseñanza de los valores fundamentales. Esta pérdida afecta las relaciones y la convivencia, ya que el respeto es la base para construir vínculos sólidos.
El respeto es el reconocimiento del valor y los derechos innatos de cada individuo y de la sociedad. Es esencial para que las personas se comprometan con un propósito superior en la vida. Este principio comienza con el autorespeto, que surge de la capacidad de reconocernos como seres únicos y con una fuerza interior. La conciencia de “quién soy” nos permite conectarnos con nuestro valor auténtico, lo que lleva a un respeto genuino tanto hacia uno mismo como hacia los demás.
Además, el respeto no se limita a cumplir normas o leyes, sino que implica apreciar y valorar las cualidades y conocimientos de las personas que nos rodean, como en la relación entre padres e hijos o entre maestros y alumnos. El respeto es, por tanto, una forma de reconocer la dignidad de los demás y fomentar relaciones de aprecio mutuo.
Este valor también es crucial para mantener una convivencia sana en sociedad, pues ayuda a fortalecer las relaciones humanas y a preservar la amistad. Las faltas de respeto, como la difamación o las burlas, erosionan la confianza y dañan las relaciones interpersonales.
Por último, es fundamental denunciar el trato injusto hacia las mujeres como objetos sexuales, una clara violación de su dignidad y una grave falta de respeto. El respeto, como define el diccionario Bruño, implica venerar, reverenciar y acatar a los demás en su humanidad. Solo a través del respeto podemos construir una sociedad más justa y armoniosa, donde cada individuo sea valorado por quien es.
Este principio debe ser promovido para recuperar la integridad en las relaciones humanas y fortalecer la convivencia.
