POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS
Cuando Antonio Raimondi llega al país, se dedica a viajar y a conocerlo. Llevado por su prestigio científico, en 1859 el Congreso lo apoya para recorrer por el territorio nacional, precisar los límites nacionales, encontrar nuevos recursos económicos…
Es en ese afán que, luego de investigar en Arequipa, llega a Moquegua en marzo de 1864. Después de pasar poco más de quince días en esta ciudad, el sabio se dirigió al puerto de Ilo.
RECORRIDO POR EL VALLE
En su diario de viaje nos narra que al pasar por La Rinconada no encuentra otro cultivo que no sea el de uva hasta llegar a la hacienda de Loreto, donde se siembra caña dulce. Debido a la escasez de agua la mayor parte del año, es necesario que de Torata cedan dos “acequias de agua”, como llama a las “quiebras” que solían entregar desde antaño.
Su ruta por el valle lo lleva hasta “la hacienda de Molle que es la última del valle de Moquegua”, luego sigue un sendero conocido como Angostura, del que se sale por la cuesta de La Rinconada, para descender a la pampa de Las Pulgas y de aquí llegar a Hospicio. Luego de dos horas de camino baja la cuesta de Asorín e ingresa al valle de Ilo por Chiviquina, donde encuentra árboles de molle, higueras, olivos muy frondosos y algodón de buena calidad.
IMPRESIONES SOBRE ILO
Sigue por la hacienda de Loreto que es de caña dulce, donde el producto principal es la chancaca. Continúa por la Fundición, el lugar llamado el Hueso, Chaspaya, el Algarrobal, el olivar de Sacramento —en cuyas cercanías había una mina de cobre—, luego Santo Domingo, el olivar de Chiribaya para finalmente llegar a Ilo, que en ese entonces está situado casi en la playa, a la orilla izquierda del río.
La población estima que no pasa de 300 habitantes, dedicados mayormente al cultivo de sus chacras y a la elaboración de aceite. Se sorprende que en este lugar se hayan hallado muchos restos humanos en sus inmediaciones, de indios que habitaron el lugar antes de la conquista. Del pueblo cuenta que tiene algunos almacenes muy bien surtidos que no guardan proporción con la cantidad de habitantes, el negocio es bajo la mayor parte del año. En el verano, que es la temporada de baños, numerosas familias de Moquegua se trasladan a Ilo para disfrutar del mar; en esta época las tiendas de comercio hacen su agosto.
Nos cuenta que el puerto queda más al sur, en un lugar llamado Pacocha, donde el mar es más tranquilo por estar abrigado por una prolongada lengua de tierra que se conoce con el nombre de Punta de Coles, que defiende al puerto de los vientos.
En invierno tiene muy buenas lomas. La pesca se hace con balsas hechas de pieles de lobo infladas. Frente al pueblo hay un pequeño islote donde las aves depositan su guano, que cada dos años se vende a los indios de la sierra.
Da cuenta de la aguda escasez de agua para los cultivos, y aún para el consumo de la población.
El valle de Ilo, dice Raimondi, es la patria del gran mariscal Domingo Nieto, fallecido en 1844. Su cadáver fue trasladado a Moquegua; un decreto dado el 15 de junio de 1846 ordenaba que se hiciera un sepulcro de mármol. No se sabe por qué razón dicha orden no se ha cumplido, se lamenta el sabio.