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23 octubre, 2024 6:15 am

¿Quién pintó la imagen del Señor de los Milagros?

Por: Enrique Rivera Salas   

Al escribir sobre la impresionante historia del Señor de los Milagros, me encontré sumergido en diversas notas periodísticas que reflejan la profunda devoción de los católicos limeños. La figura central de esta historia es Benito, un esclavo moreno que vivía en el rancho de Pachacamilla, en Magdalena. Durante una epidemia de fiebre amarilla, Benito cuidó a los enfermos y se encargó de enterrar a los muertos, y, sorprendentemente, sobrevivió a la enfermedad. Liberado por su amo, comenzó a pintar una imagen de Jesús crucificado en la pared de su habitación. Mientras lo hacía, tuvo visiones y escuchó música celestial. Al terminar su obra, Benito falleció, y su cadáver fue encontrado intacto, sin signos de descomposición.

La imagen, conocida como el Cristo de Pachacamilla o Señor de los Milagros, comenzó a atraer a millones de devotos que cada octubre participan en su procesión. Esta tradición, que data de 1687, simboliza la unión, la esperanza y la devoción católica. Los fieles, vestidos de morado, emulan a los hermanos nazarenos, llevando detentes como símbolo de su fe.

La historia revela que, en 1655, un terremoto devastador arrasó Lima y Callao, destruyendo muchas iglesias y causando miles de muertes. Sin embargo, la pared donde estaba pintada la imagen de Jesús permaneció intacta, lo que hizo que la veneración creciera rápidamente. A pesar de los intentos del virrey de destruir la imagen, aquellos que lo intentaron se sintieron aterrorizados y desistieron. Un soldado, al acercarse, observó que la imagen se volvía más bella y decidió no cumplir la orden de borrarla.

La presión del pueblo logró que la orden de destrucción se revocara, permitiendo que la imagen recibiera veneración. En 1687, tras un maremoto que devastó parte de Lima, solo la pared con la imagen quedó en pie. Esto llevó a la Iglesia a consagrar su culto. Desde entonces, se estableció que las procesiones del Señor de los Milagros se realizaran el 18 y 19 de octubre, un evento único en América.

Hoy en día, estas procesiones, que inician en el Convento de las Nazarenas, recorren diversos lugares de Lima, celebrando la fe y la unidad del pueblo peruano. Finalizo este artículo pidiendo que la devoción al Cristo Moreno nos guíe hacia el progreso y la paz que tanto necesitamos en nuestro país. «Con paso firme de buen cristiano, hagamos grande nuestro Perú», invocando siempre su luz.

Análisis & Opinión