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¡Que viva la inteligencia artificial! (I)

“Creo que el futuro de la humanidad está en el progreso de la razón a través de la ciencia” - Émile Zola.

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ    

Hace pocos días, Geoffrey Hinton, considerado el “padrino de la inteligencia artificial” renunció a su puesto en Google para según él  alertar sobre los “peligros” de la tecnología que él mismo ayudó a desarrollar en un momento en que un número creciente de legisladores, grupos de defensa y conocedores de dicha tecnología han hecho saltar las alarmas sobre el potencial de la Inteligencia Artificial (AI), para difundir información errónea y asimismo sustituir empleos hoy ocupados por humanos por productos derivados de la misma, a tal punto que el Grupo Goldman Sachs, uno de los estamentos de  la banca de inversión y de valores más grande del mundo, pronostica que tanta la herramienta de análisis y creación conocida como ChatGPT y otros instrumentos robóticos desaparecerían o reemplazarían a más de 300 millones de puestos de trabajo, en el mundo, aunándose a quienes piden que se detenga el desarrollo  o cuanto menos se pause la AI.

Y para ello arguyen que si bien es cierto que la inteligencia artificial es una tecnología que puede tener muchos beneficios para la humanidad, trae también algunos riesgos potenciales, como accidentes, malos usos y carreras de armas.

Sin embargo, para los partidarios de la misma, entre los que me cuento, creemos que para que el futuro sea más benevolente debemos empezar hoy a perseguirlo, creando para las próximas generaciones un camino mejor que el que en la actualidad transitamos, un camino que pueda llevarnos hacia el lugar donde el ser humano quiera estar el día de mañana, sin tantas desigualdades económicas y daños ecológicos.

Y para lograrlo, la inteligencia artificial que es un campo de la informática que se centra en el desarrollo de sistemas y programas capaces de realizar tareas que requieren de la inteligencia humana, por lo que dichos sistemas deberán estar diseñados para aprender, razonar, percibir y tomar decisiones de manera similar a los seres humanos, con una amplia gama de técnicas y enfoques, desde algoritmos simples de aprendizaje automático hasta redes neuronales profundas y sistemas de procesamiento del lenguaje natural. Estas técnicas permitirán a las máquinas procesar grandes cantidades de datos, identificar patrones y realizar predicciones o tomar decisiones basadas en esa información.

Además, cabe señalar que la IA tiene aplicaciones en una amplia variedad de campos y sectores. En el ámbito de la medicina, por ejemplo, se utiliza para el diagnóstico médico y la detección temprana de enfermedades. En la industria automotriz, la IA se aplica en los vehículos autónomos para mejorar la seguridad y la eficiencia en la conducción. Los camiones automatizados que se utilizan en Quellaveco son una muestra de ello. Y evitarían también en el ámbito de los negocios y el desarrollo de infraestructuras, decisiones erradas porque la toma de decisiones estaría basada en datos estrictamente económicos, técnicos, de rentabilidad y en la optimización de los procesos, algo que no prima hoy. Tengo la plena seguridad que un sistema robotizado no hubiese aprobado, por ejemplo, la inversión en la irrigación de las Lomas de Ilo y otros fantasiosos proyectos, a la par que por intereses subalternos se descartaron otros tantos que muy posiblemente eran correctos. ¿Y ello por qué? ¡Porque a los sistemas automatizados no los pueden coimear! Los procesos serían más honestos y trasparentes, incluso los legales.

Sin embargo, la inteligencia artificial también plantea desafíos y dilemas éticos. Uno de los debates más relevantes se relaciona con el impacto de la IA en el empleo humano. A medida que los sistemas de IA se vuelven más avanzados y capaces de realizar tareas que antes eran exclusivas de los seres humanos, surge la preocupación de que esto puede resultar en la pérdida de empleos en ciertos sectores. Pero ojo: el sistema económico actual para funcionar, requiere aun, producir y producir más, lo que solo puede justificarse por la demanda, y los sistemas robotizados no consumen alimentos, no necesitan vehículos, no necesitan divertirse, serán más justos legalmente, etcétera, por lo cual los seres humanos serán por buen tiempo necesarios, pero las condiciones laborales, los tiempos de ocio y los salarios serán distintos.

En resumen, la inteligencia artificial es un campo en constante desarrollo que tiene el potencial de transformar la sociedad y mejorar numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, también es importante abordar los desafíos éticos y sociales asociados con su implementación, para garantizar que se utilice de manera responsable y en beneficio de la humanidad, con pleno respeto a los derechos humanos y el bienestar social.

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