Por: Arnulfo Benavente Díaz
El año 1995, el psicólogo y periodista Daniel Goleman, publicó el libro “La Inteligencia Emocional”. En sus páginas sostiene su descubrimiento y tesis: “La señal visual va primero de la retina al tálamo, donde es traducida al lenguaje del cerebro. La mayor parte del mensaje va entonces a la corteza visual donde es analizada y evaluada en busca de significado y de respuesta apropiada, si esa respuesta es emocional, una señal va a la amígdala (cerebral) para activar sus centros emocionales. Pero una porción más pequeña de la señal original va directamente desde el tálamo a la amígdala en una transformación más rápida, permitiendo una respuesta más rápida (aunque menos precisa), así la amígdala puede desencadenar una respuesta emocional antes de que los centros corticales hayan comprendido perfectamente lo que está ocurriendo”.
¿CUÁL ES SU FUNCIÓN?
En realidad, la amígdala cerebral tiene la función para procesar y almacenar reacciones emocionales y son cinco:
- Recepción de la información de entorno.
- Anticipación de una respuesta emocional.
- Consolidación y almacenamiento de la información emocional.
- Modula emocionalmente la memoria episódica.
- Desarrollo de la cognición social.
Observamos que toda actividad del ser humano se encuentra en constante grabación de “audio -vídeo archivo” administrado por el cerebro, es decir, por la amígdala cerebral.
Entonces, la vida social se encuentra con matices emocionales y racionales de forma continua.
¿CÓMO PRACTICAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL?
- Autoconocimiento.
- Autocontrol.
- Automotivación.
- Empatía.
- Relaciones Sociales.
El mencionado descubrimiento de David Goleman dio un fuerte golpe a las tesis idealistas y metafísicas del orbe, porque ya no se debe interpretar los pensamientos y emociones como extraordinario, sino como un reflejo natural que surge de forma automática cuando la amígdala cerebral entrega “audios y vídeos” para procesar el camino correcto y justo.