POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA
Desde esta columna de opinión política venimos sosteniendo que Pedro Castillo será condenado a pena privativa de la libertad. No estoy seguro si la Sala que lo juzga le dará los 34 años de prisión que ha solicitado la Segunda Fiscalía Suprema Transitoria Especializada en Delitos Cometidos por Funcionarios Públicos, pero de que será encarcelado por largo tiempo es un hecho irrefutable.
Previamente debemos aclarar que el proceso que se le sigue no es un juicio político como erradamente (obvio que de manera tendenciosa) aducen sus —aún— adeptos. Castillo Terrones cometió delito, y específicamente rebelión, por la intentona de golpe de Estado del 7 de diciembre de 2022, pretendiendo quebrar el orden constitucional con el cierre del Parlamento, detención de la entonces fiscal de la Nación, entre otras barbaridades. No logró su cometido, y no porque no lo quisiera (está sobrentendida su intencionalidad), sino por la renuencia de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú ante tamaño despropósito, y las consecuencias atroces que hubiera significado en la carrera de estos oficiales de haber obedecido ese mandamus inconstitucional.
Entonces, ¿por qué avanza con tanta celeridad su juicio, a diferencia de los años demorados a Alejandro Toledo, Ollanta Humala y, ni qué decir, a Martín Vizcarra? Dos, cuanto menos, son los argumentos. El primero, la orfandad política. Los caviares que lo auparon desde la segunda vuelta electoral frente a Keiko Fujimori (y formaron parte de su gobierno como Mirtha Vásquez, Avelino Guillén o Pedro Francke), no solo lo abandonaron previo al funesto 7DIC, sino que lo han empujado al despeñadero. Y segundo, su actuación procesal. Mordaz, insolente, altanero, rufián, desafiante, etc., ante la autoridad, agraviando en cada oportunidad que tiene a los magistrados con frases altisonantes como: “Este juicio es nulo por tener jueces y fiscales que no son llamados por ley; por eso, rechazo este juicio”. O como negarse a responder el interrogatorio de los mismos.
Y si esto no bastase, el último jueves, su abogado declaró abiertamente: “Hoy en día, con la inteligencia artificial todo se puede modificar. Puede ser él, puede ser un actor. No existe reconocimiento de voz ni de imagen por parte del señor Pedro Castillo Terrones”, en evidente referencia al personaje que dio el mensaje a la Nación aquel aciago 7DIC. Para no creerlo, tanto que los presentes en la audiencia optaron por el silencio sepulcral.
Así las cosas, está programada para el próximo mes de agosto la lectura de sentencia contra el profesor Castillo, que, como adelantamos, presumimos cuál será el veredicto. Solo resta conocer los años que le impondrán al entonces hijo ilustre de Chota.