Ordenamiento paisajístico de una quebrada seca – Zaparo (I)

Pasen 10 o 50 años, aunque el hombre rellene, ciegue y borre huellas, el agua siempre retorna a su “madre” y nos saca en cara las desidias y los olvidos.

POR: JONÁS FIGUEROA SALAS (ARQUITECTO URBANISTA)   

Durante millones de años, las aguas han labrado el suelo trasladando materiales desde las montañas a las pampas y los valles, formando elevaciones y hendiduras, construyendo lugares. Son como las líneas de la mano, están en la identidad del territorio y sobre estas hendiduras y sus lodos se han instalado los hombres, organizando un habitar productivo que constituye el surco primigenio de la ocupación ancestral del territorio, sin alterar el curso ni las avenidas de las aguas. En el caso de la Región de Moquegua, las aguas durante millones de años han depositado junto a las riberas fluviales desde la glaciación hasta acá, millones de toneladas de arcilla, gravas y rocas, lo cual es posible comprobar en los cortes de taludes en la entrada occidente de la ciudad

El suelo posee texturas y trazas que son los registros históricos del clima. Estos registros constituyen datos que como leyes naturales debiesen tener presente los múltiples intereses y usos humanos, evitando el cegamiento del registro meteorológico que tiende al riesgo y al desastre, a las pérdidas de vidas y bienes materiales. Por lo general, pensamos en el suelo como un soporte inerte, capaz de resistir cualquier carga de peso y volumen ilimitados, olvidando capacidades, limitaciones, previsiones y anticipaciones. También, dejando de lado operaciones estratégicas que podrían transformar las vulnerabilidades climáticas en valores paisajísticos del espacio urbano.

Cada cierto tiempo tenemos ocasión de presenciar lamentables eventos de activación de algunas de la más de 1000 quebradas secas que tienen en Perú un compromiso con zonas urbanas, a causa de la ocupación por usos impropios de riberas y llanuras de inundación, promoviendo la destrucción de bienes materiales y llevándose por delante la seguridad y la vida de los habitantes. En otros casos, son las mismas obras urbanas las que por cegamientos o falta de diseño y gestión, generan problemáticos y malsanos anegamientos de viviendas y edificios públicos y privados.

Sin respiro ni acierto, en el caso particular de las quebradas secas, el desastre natural lo promueve la temeridad humana instalando usos impropios en el propio cauce. El peligro surge cuando las aguas que tienen memoria, retoman sus antiguos trazas secas. Pasen 10 o 50 años, aunque el hombre rellene, ciegue y borre huellas, el agua siempre retorna a su “madre” y nos saca en cara las desidias y los olvidos. El caso palmario de esta irresponsabilidad es la quebrada de Zaparo, que presenta usos recreativos en el interior de su cauce. Usos recreativos necesarios y convenientes que podrían estar situados en cualquier parte, menos en el cauce de una quebrada.

Por tal razón, el proyecto de diseño paisajístico de la Alameda Inundable de Zaparo en Pacocha (Ilo), busca darles un lugar apropiado a las aguas eventuales en la ciudad, protegiendo la entidad hidráulica y biológica de las quebradas secas, labradas desde tiempos ancestrales por las aguas lluvia.

También, se nos propone como una operación estratégica para corregir situaciones promovidas por un modelo de urbanización disperso y falto de integración con la ciudad ya construida, con graves déficits en áreas verdes y equipamientos, promoviendo la presencia de espacios degradados de micro vertederos y escombreras, con altos riesgos de desastres.

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