POR: MAURICIO AGUIRRE CORVALÁN
Tras la grave crisis política que dejó dos fallecidos, tres presidentes en una semana y masivas movilizaciones en las calles, el país parece recuperar la calma a un poco más de cuatro meses para los comicios 2021. El escenario electoral va tomando cuerpo con candidatos casi definidos, pero con una incógnita que seguramente se irá desvelando a lo largo de la campaña. Que tanto influenciará en los electores y los candidatos las recientes protestas que revelaron un hartazgo contenido de importantes sectores de la población hacia la clase política.
Se habla mucho de la generación del bicentenario, de la rebelión de los tiktokers, para explicar las revueltas como una manifestación de jóvenes indignados que en realidad no saben bien lo que quieren. Si bien esta puede ser una arista que explique estos hechos, nada más lejos de la realidad pensar que lo ocurrido en el país pasa sólo por una espontánea y efímera ira juvenil.
Si bien el rostro de las protestas fueron los jóvenes, la vacancia del expresidente Martín Vizcarra perpetrada por el Congreso activó una reacción popular que con el paso de los días aglutinó mucha gente, más allá de lo que muchos derechosos escandalizados han llamado malamente “chibolos desorientados”.
Las cifras de la reciente encuesta nacional urbano-rural de Ipsos son reveladoras. El 88 por ciento de los entrevistados señaló estar en desacuerdo con que el Congreso haya vacado al expresidente Vizcarra, y sólo el 11 por ciento se mostró a favor de la medida.
Cuando preguntan por el nombramiento de Manuel Merino como Presidente de la República, el 94 por ciento de los encuestados mostró su desacuerdo, frente a sólo un 5 por ciento que apoyó la decisión.
A esto se suma que el 86 por ciento dijo apoyar las marchas de protesta, aunque sólo el 13 por ciento reconoció haber participado en ellas. Queda claro que la presión social por un cambio en la clase política va más allá de las nutridas manifestaciones en las calles.
¿Podrá este entusiasta envión de indignación ciudadana mantenerse en los próximos meses y cambiar la forma como hemos votado los peruanos?
En las elecciones de los últimos años ha primado el voto de la resignación, elegir el menos malo entre todos los malos, y muchas veces optar por el que va primero para que no se “pierda” tu voto.
También ha sido importante el voto del entusiasmo. Encandilarse con la simpatía y empatía del candidato, con el buen floro y las promesas imposibles que sólo se harán realidad en la imaginación de un votante que termina desengañado elección tras elección.
Es cierto que estamos indignados, pero también es cierto que en un país tan informal como el nuestro, donde la gente sobrevive en el día a día y espera poco o nada de su clase dirigente, sea una prioridad una elección meditada de autoridades que a la larga están convencidos que no los van a representar ni les van a resolver sus principales carencias. Resulta sintomático que en las elecciones congresales de enero de este año 5.1 millones de peruanos no hayan votado, lo que significó un nuevo récord histórico de ausentismo.
En ese escenario, ¿Cómo van a enfrentar los partidos y sus candidatos la campaña electoral que ya los tiene en la línea de partida? La cara linda y el palabra bonita parece que ya no serán suficiente y esperemos que las promesas populistas pierdan terreno frente a un elector activo, más informado y menos resignado.
El reto para los candidatos y para los electores está puesto sobre la mesa, o mejor dicho, sobre la calle. Ojalá, y no lo digo con mucho entusiasmo, todos estemos a la altura.
Ya sabes, no botes tu voto.