POR: JULIO FAILOC RIVAS
Está claro que el poder de la movilización para unos busca lograr validar en el más corto plazo los resultados oficiales de la ONPE y que para otros es alargar lo más posible el proceso electoral para desprestigiarlo e incluso evitar la proclamación del presidente hasta el 28 de julio bajo el lema “fraude en mesa” con intención de que el próximo presidente del congreso –ya lo anunció “Vitocho”– asuma la presidencia de la República y convoque a nuevas elecciones. No descartamos que la “declinación” del “hermanito” y los destapes relacionados con la “intervención” de Montesinos forme parte de un complot para tirarse abajo el JNE y evitar que Castillo asuma la presidencia de la república.
Vistas las dos movilizaciones del sábado 19, con cierta objetividad se puede concluir que el país no solo está dividido, sino polarizado. Los líderes que han tomado parte por uno de ellos, sin argumentos o con argumentos descabellados, lo único que hacen irresponsablemente es exacerbar más esta polarización que puede terminar, dios no quiera, en una guerra civil sin cuartel.
Me apena ver a Lourdes Flores arengar a la población en defensa de Fujimori con esa fuerza que no vimos cuando Alan García le ganó en mesa el pase a la segunda vuelta en las elecciones el año 2006 por un poco más de 60 mil votos y dónde apenas murmuró que le habían hecho fraude. Ofende al magisterio y al ande cuando señala que Pedro Castillo es el “muñeco que han colocado los radicales”, mostrando un profundo desprecio tan parecido al de su padre cuando llamó a Toledo “auquénido de Harvard”.
Me sorprende la defensa denodada de Vargas Llosa, quien antes dijo que la democracia en el Perú desaparecería si reivindicamos la dictadura de Fujimoristas al poder. Hoy en su artículo “No le quiten el cuerpo a la jeringa” pide que se revisen todas las actas impugnadas por Fujimori en las elecciones de Perú ante los indicios de irregularidades, sin dar crédito a los cientos de personas que han salido a desmentir que hubo fraude. Pero el tema de fondo sale a flote cuando seguidamente en su artículo señala que “si gana Castillo, el país será una segunda Venezuela dentro de pocos años”.
Me rebelo frente a las movidas de un puñado de oficiales retirados que invocan al golpe militar por el supuesto fraude en mesa, sin tener el menor reparo de utilizar firmas de generales y coroneles que llevan mucho tiempo de fallecidos.
Me asquea que frente a los intentos fallido de evitar que el JNE proclame a Pedro Castillo como presidente hayan recurrido a la vulgaridad de “utilizar” a Montesinos y Olivera para desprestigiar al JNE, y exigir nuevas elecciones. ¿alguien puede creer que luego de la actuación impecable de tres de sus miembros del JNE hallan estado coludidos para favorecer al fujimorismo?
Me indigna el mensaje de Keiko Fujimori al presidente Sagasti para que exija una auditoria internacional a la OEA de la segunda vuelta electoral, luego de haberle exigido al presidente que tiene la obligación constitucional de mantenerse al margen del proceso electoral. No será un mensaje para que la mayoría congresal se tire abajo la mesa directiva con la intencionalidad de vacar al presidente Sagasti y capturar el tribunal constitucional para ponerlo al servicio de sus intereses y del fujimorismo. ¿Acaso no aprenden que les pasa a los golpistas cuando vacan a un presidente en plena pandemia?
La paz ni la reconciliación van a retornar al país si los perdedores no reconocen su derrota, y si no se transparenta que hará el gobierno de Castillo para la tranquilidad de todos los peruanos. Desde mi punto de vista solo puedo decir que el nuevo Plan de Perú Libre no es ni de lejos el “Manifiesto Comunista” ni el ideario de Cerrón. Desde esta columna y en varias entrevistas lo he venido repitiendo hasta el cansancio que la amenaza comunista en el Perú no existe y que la declaración de Castillo de respetar la independencia del BCRP e incluso de mantener a Velarde como su presidente solo ratifica lo señalado.
No soy partidario ni simpatizante de Perú Libre y tampoco comparto sus ideas. Soy apenas un ciudadano libre que cree que debe haber cambios profundos en el país, pero en democracia. Creo en la libertad, en la democracia, en la inversión privada y el mercado sin monopolios, y, sobre todo, mi apuesta es por la justicia social.