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25 noviembre, 2024 9:01 am

¡Moquegua, una mirada crítica en su 483 aniversario!

En este aniversario, el desasosiego me empuja a escribir no solo para recordar, sino para provocar una reflexión necesaria. ¿Qué tipo de ciudad queremos ser? ¿Una que celebre aniversarios con la misma euforia de siempre, o una que, en su celebración, decida cambiar el rumbo de su historia y se niegue a ser un eco apagado de glorias pasadas?

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ (GANADOR DEL PREMIO REGIONAL DE LITERATURA 2024)      

Hoy conmemoramos el 483° aniversario de la fundación española de Moquegua, un evento que, año tras año, se celebra con la misma pompa y circunstancia, como quien repite un mantra sin comprender su significado.

Por ello, imitando a José Saramago, me atrevo a decir: «Yo no escribo para agradar ni para desagradar, escribo para desasosegar», porque en este rincón del mundo el tiempo parece haberse detenido, y no en el sentido poético que algunos quisieran, sino en un letargo que nos lleva a cuestionar si alguna vez despertaremos.

Año tras año nos reunimos a celebrar lo que se presenta como un hito en la historia, mientras nuestras calles persisten en su inercia, atrapadas en un ciclo que recuerda a las antiguas civilizaciones grecorromanas: el pan y circo que omite la responsabilidad histórica. Las autoridades, por su parte, parecen figuras de un teatro donde todos actúan sin un guion claro, dejando que el eco de las campanas de la indiferencia resuene más fuerte que el de la reflexión.

No se trata de pesimismo, sino de una realidad que se impone con una fuerza casi irrefutable. ¿Dónde están las voces que alzan su queja frente al fracaso de la irrigación de las Lomas de Ilo? ¿Dónde está la indignación ante la corrupción, que se presenta con la sonrisa de quienes deberían cuidar nuestros intereses?

El silencio cómplice de los colegios profesionales y de un buen número de intelectuales parece más elocuente que cualquier discurso apasionado. Refugiarse en las figuras y hechos de antaño es más cómodo que enfrentar los desatinos de hoy.

Es esa indiferencia, mezcla de apatía, autismo social y conformismo, la que nos ha merecido un apodo poco halagüeño: la ciudad dormida. Nos negamos a mirar a nuestro alrededor, a enfrentar la verdad incómoda de que hemos permitido que la memoria histórica se convierta en polvo, en un olvido que asfixia.

RECUPERAR LA MEMORIA HISTÓRICA

Es urgente recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia. Los moqueguanos deben despertar, no de un sueño placentero, sino de una pesadilla que persiste. La historia no es solo pasado, sino una lección que nos invita a ser mejores, a construir un futuro digno de nuestro legado.

En este aniversario, el desasosiego me empuja a escribir no solo para recordar, sino para provocar una reflexión necesaria. ¿Qué tipo de ciudad queremos ser? ¿Una que celebre aniversarios con la misma euforia de siempre, o una que, en su celebración, decida cambiar el rumbo de su historia y se niegue a ser un eco apagado de glorias pasadas?

Moquegua, despabílate; que los siglos no te encuentren en la misma postura de reverencia sorda. La historia está viva, y nosotros, todos nosotros, debemos ser sus protagonistas, no meros espectadores en el sofá del conformismo.

UN CAMBIO NECESARIO

Que las campanas suenen no solo para conmemorar, sino para despertar a una ciudad que aún tiene mucho por escribir en sus propios argumentos. Debemos defender instituciones como la Universidad José Carlos Mariátegui, trabajar por el éxito de la irrigación de las Lomas de Ilo, y evitar que la UNAM sea capturada por intereses externos ajenos a la región. Es imperativo dinamizar y transparentar el actuar de todas las municipalidades y del gobierno regional, que hasta ahora parecen distinguirse más por su inercia y corrupción.

El silencio de los moqueguanos ha sido sepulcral, salvo por lo que ocurre con la Cooperativa, tal vez —y es triste escribirlo— porque afectó directamente muchos bolsillos. ¡Qué positivo sería si siempre la colectividad reaccionara así ante cualquier personaje o situación negativa!

Es necesario educar a las personas, porque la calidad de una ciudad depende no de su tamaño, sino de la calidad de sus habitantes y de su habilidad para atraer y desarrollar talento. En una ciudad, las personas son su principal riqueza. Esto se logra promoviendo el civismo, la cultura y la participación ciudadana.

Moquegua debe aprender que se ama, cuida y respeta como a la propia casa, como a la misma familia. Solo así, un “nuevo sol radiante nos iluminará” y nuestra patria chica volverá a ocupar el lugar que antaño tuvo y que debe recuperar.

Análisis & Opinión