POR: JORGE ACOSTA ZEVALLOS (ECONOMISTA DEL CEOP ILO)
El reciente Índice de Progreso Social Regional del Perú 2025 (IPSRP) de la PUCP ha colocado a Moquegua en el primer lugar nacional, confirmando su liderazgo en infraestructura básica, acceso a servicios y oportunidades de desarrollo. Este resultado es motivo de orgullo en el aniversario de la ciudad, pues refleja avances en necesidades humanas básicas y en la generación de oportunidades ligadas a la renta minera y a la inversión pública. Sin embargo, el mismo estudio revela una paradoja: en la dimensión de Fundamentos de Bienestar, Moquegua se ubica en el puesto 15 de 27 regiones, es decir, en la parte media de la tabla. Este contraste abre un debate sobre la verdadera calidad del progreso regional y la urgencia de cerrar brechas sociales que aún persisten.
La contradicción se explica porque el índice global premia el balance de las tres dimensiones, y Moquegua sobresale en dos de ellas: necesidades básicas y oportunidades. Pero cuando se analiza el bienestar cotidiano —educación básica, salud preventiva, acceso a información y sostenibilidad ambiental— la región muestra rezagos significativos. En otras palabras, la riqueza minera y la infraestructura urbana no se traducen automáticamente en bienestar social equitativo. Las estadísticas oficiales reflejan un liderazgo macroeconómico, pero la realidad territorial evidencia problemas como la falta de innovación tecnológica, la escasa ampliación agrícola, la informalidad de las Mypes y la dependencia excesiva del canon y las regalías mineras.
Para superar estas diferencias no bastan ajustes graduales: se requieren estrategias agresivas y sostenibles. Primero, invertir el canon minero en proyectos de alto impacto social, priorizando la educación básica de calidad y la salud preventiva, con cobertura total en zonas rurales y urbanas. Segundo, impulsar una diversificación productiva que reduzca la dependencia minera, apostando por agroindustria tecnificada, manufactura ligera y servicios especializados con capacidad exportadora. Tercero, promover la formalización de las Mypes mediante simplificación tributaria, acceso a crédito y su integración en cadenas de valor regionales, especialmente como proveedores certificados de la gran minería.
Cuarto, desarrollar un ecosistema de innovación tecnológica con centros de investigación aplicados a la agricultura, la pesca y la carpintería tecnificada, vinculando universidades locales con proyectos de I+D. Finalmente, cerrar las brechas territoriales con conectividad digital y servicios básicos que lleguen a cada comunidad, garantizando que el progreso no sea solo urbano, sino también rural.
En conclusión, Moquegua capital celebra su aniversario como la región con mayor progreso social del país, pero el verdadero desafío es convertir ese liderazgo en bienestar integral y equitativo. El futuro dependerá de cómo transforme la renta minera en capacidades sociales y productivas sostenibles, capaces de garantizar que cada ciudadano viva el progreso en todas sus dimensiones. Solo así, al 2035, Moquegua podrá ser reconocida no solo por ocupar el primer lugar en índices globales, sino por haber construido un modelo de desarrollo inclusivo, innovador, resiliente y de bienestar.


