POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA
Dicen que los países no tienen amigos, sino intereses. Y eso lo sabe a la perfección Donald Trump. Desde el pasado 20 de enero, bajo el lema “America First”, trazó, cuanto menos, dos metas: la deportación masiva de inmigrantes indocumentados y la guerra arancelaria.
En la primera, de acuerdo con la cadena CNN, en lo que va del año el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) deportó a casi 200 mil, la cifra más alta en una década (en 2014, el Nobel de la Paz, Barack Obama, regresó a casa a 316 mil). En adición, en mayo último, la Corte Suprema ratificó la revocación del estatus migratorio temporal concedido por Joe Biden a 500 mil ciudadanos de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, con lo cual quedan expuestos a ser retornados a su país de origen, u otro, en casos que peligren sus vidas.
En lo segundo, la súbita elevación de impuestos sobre determinados bienes importados (acero, aluminio, cobre, entre otros) generó malestar e incertidumbre en las naciones afectadas por tales medidas. A cita de ejemplo, están en vigencia aranceles del 50% en productos indios y brasileños, 30% en africanos, 20% en vietnamitas, etc.
La Unión Europea, por su parte, logró contener el inacabable apetito recaudador de Donald, logrando rebajar aranceles al 15%, incluyendo a los automóviles, eso sí, sujeto a la aprobación de los 27 Estados miembros.
A México, inicialmente se le amenazó con 30%, aunque luego de conversaciones telefónicas con su homóloga, los aztecas convencieron a su vecino de posponer esta decisión. Sin embargo, Estados Unidos los condicionó a una mayor cooperación para impedir el ingreso de migrantes y de drogas ilegales. Compromiso que fue aceptado por Claudia Sheinbaum, extraditando a capos del narcotráfico requeridos por la justicia norteamericana. Como correlato, la Casa Blanca ofreció US$ 50 millones de recompensa por la cabeza de Nicolás Maduro.
A los días, el dictador llanero fue sindicado, junto a su cúpula militar, de integrar el cártel de “los soles”, acusándolos a su vez de inundar de fentanilo las calles del tío Sam. Seguidamente, el gobierno estadounidense desplegó tres destructores y tres buques anfibios, con más de 4 mil efectivos, apostados en el Caribe, provocando consternación en el entorno del sátrapa de Miraflores, al ver peligrar no solo su farsa reelección, sino su propia existencia.
En este panorama, y quizá pretendiendo distraer la atención internacional, Sheinbaum recibió en su despacho a Guido Croxatto, abogado de Pedro Castillo. Vía redes sociales, posteó este sábado: “Expreso mi más profunda solidaridad con él y su familia, porque sabemos que su situación no solo es un caso personal, sino un grave precedente de persecución política y discriminación en nuestra región”.
Como era de esperar, Cancillería protestó enérgicamente por esta evidente intromisión en asuntos internos, recalcando que el profesor no es un perseguido político.
Aplaudibles las palabras de Torre Tagle, aunque lo cierto es que Claudia tiene reacciones que no debieran sorprender. Rememoremos que, posterior al 7 de diciembre de 2022, cortamos relaciones diplomáticas ante las altisonantes frases del predecesor Andrés Manuel López hacia la mandataria.
Además, con sus discursos mañaneros a diario, pretendió —entre otras— disfrazar o encubrir la data relacionada con los niveles alarmantes de inseguridad a través de su lacónico eslogan de “besos, no balazos”.
De acuerdo con información reciente del Instituto Mexicano de Derechos Humanos, existen 131,634 personas desaparecidas producto del crimen organizado, número que representa un incremento del 28% respecto del 2022.
Asimismo, su cónyuge Beatriz Gutiérrez acaba de fijar como lugar de residencia la ciudad de Madrid. Irónico, pues cuando anduvo en el poder (2019) exigió públicamente al Rey de España disculpas por las “sanguinarias muertes producidas durante la conquista”. Obviamente, Felipe VI optó por ignorarlo. Pero Claudia sigue la misma diatriba.
Replicando a su mentor, a fines de febrero reafirmó que “los españoles tienen que reconocer estas atrocidades”. De nuevo, el hijo del emérito Juan Carlos lo desoyó.
En síntesis, esta airada defensa al entonces ilustre hijo de Chota es como suele llamarse “sumas que restan”, toda vez que, huérfano políticamente, sigue condenándose ante la tesis fiscal, al mostrarse desafiante, insolente, procaz, etc., ante el Tribunal que lo juzga, aseverando frases sin sentido que, entendemos por una muestra de humanidad, la Sala se lo permite.
México lindo y querido, no te mereces a Claudia Sheinbaum Pardo, como tampoco el Perú con el hoy inquilino de Barbadillo, José Pedro Castillo Terrones.