POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS
El 17 de febrero se conmemora el 183 aniversario del nacimiento de nuestra paisana Mercedes Cabello de Carbonera.
Fue hija de Gregorio Cabello, quien luego de estudiar en el entonces Colegio de Ciencias y Artes San Simón siguió estudios superiores en Paris acompañado de su hermano Pedro Mariano; a su regreso, ambos fueron destacados profesores del ahora Colegio Nacional de La Libertad.
La joven Mercedes tuvo una esmerada educación en su hogar, donde aprendió francés, a tocar el piano y a disfrutar de la lectura en la surtida biblioteca familiar. Viajó a Lima de 23 años donde contrajo matrimonio con el médico Urbano Carbonera.
Por la agudeza de su inteligencia y la amplitud de su cultura, fue rápidamente reclamada por los círculos de ilustración más importantes de la capital, en los que alterna por igual con los más renombrados intelectuales del medio.
No tardó en escribir y publicar. Se luce en poesía, en artículos, ensayos y sobre todo novelas.
Dentro de la amplitud de temas que motivan su despierta curiosidad y aguda crítica, es la relegada condición de la mujer el principal objeto de su estudio, por ello la intelectual moqueguana plantea una reforma educativa que otorgue una «instrucción sólida y científica para la mujer», muy acorde con los adelantos de la época, en la que no debe estar ausente el cultivo de la bellas artes, que le permita acceder al trabajo y la libere del servilismo doméstico y la marginación social en las que se le mantenía como si ese fuese su destino natural. Aún tenían vigencia caducos conceptos coloniales que marginaban a la mujer, preocupación en la que nuestra escritora fue una esclarecedora precursora junto a Clorinda Matto, Carolina Freyre, Manuela Villarán, entre otras, como ahora con justicia se le reconoce. Ella, con su obra, abrió las puertas a la reivindicación femenina.
Señala que una mujer bien formada dará felicidad y porvenir a las familias pues ella tiene la responsabilidad de educar a sus hijos, quienes serán finalmente los que dirijan al país. La reforma que plantea, es consciente que sólo será posible «después de largas y penosas luchas, en las que dejamos muchas veces nuestra felicidad y nuestra vida». Y ese fue el trágico destino de su vida.
No calló. Habló claro. Demasiado claro en un medio acostumbrado al «pacto infame de hablar a media voz», que alentaba el que la mujer estuviese confinada a la sumisa vida doméstica; a oír, callar y obedecer con abnegada mansedumbre al padre como hija, al marido cuando esposa y al cura toda la vida. Estaba considerada como una eterna menor de edad que le estaba prohibido pensar, tener ideas propias, crear su propio destino.
Por la crítica implacable a la que sometió a la sociedad de su época, fue primero censurada con la diatriba y luego confinada en un interesado olvido, no obstante que algunos de sus escritos merecieron premios y loables comentarios, unos y otros tanto en el Perú como en el extranjero.
Quienes aún mantenían su espíritu anclado en los viejos y anticuados preceptos coloniales, no perdonaron nunca que fuera una mujer quien señalara de manera tan directa y con aplomo los vicios y errores de la época.
Buscaron silenciarla al punto que en el siglo XX ya era una autora cuya obra era poco conocida y no se tuvo el interés de reeditarla, a pesar de continuar vigente sus críticas y ensayos.
Cuando dirigí el INC auspiciamos una antología de sus artículos preparada por Carlos Cornejo Quesada, que después fue ampliada con el apoyo del Museo Contisuyo.
Nació en la calle Moquegua N° 838, lo di a conocer el año 2000 desde el INC (instituto Nacional de Cultura) que dirigía. La casa pertenecía a su familia materna. En ella vivió en el s. XVIII Mariano Esteban de la Llosa, fundador de la Corte Superior de Arequipa y presidente de la Constituyente en 1827; allí se alojó el sabio Antonio Raimondi cuando visitó la ciudad en 1864. Por su valor arquitectónico e histórico, forma parte de nuestro valioso patrimonio urbano que reclama un urgente rescate.
El mejor homenaje que le podemos brindar a nuestra escritora, orgullo de la inteligencia nacional, es el de reimprimir su obra; adquirir lo que sobre ella se ha escrito, y cada vez se escribe más aún en el extranjero, y tener en nuestra biblioteca, en la ciudad que la vio nacer, la mejor información bibliográfica sobre ella.