POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ
Por última vez, ante el decir de algunas voces que expresan que pequé y peco de desleal por haber escrito y escribir artículos en los que enjuiciaba y enjuicio críticamente el proceder de Martín Vizcarra, tanto cuando era presidente, como ahora en que intenta ser congresista, señalando que durante varios años estuve cerca de su persona, tanto como presidente regional, como cuando era vicepresidente y que por lo tanto debería guardar absoluto silencio en función de un mal entendido concepto de lo que significa la lealtad, tan solo preciso que en nuestro medio muchas veces la misma se confunde con la sumisión, la devoción dogmática y la adhesión ciega a las personas antes que a los principios y objetivos en procura del bien común, tanto del país como de la patria chica.
Hecho el deslinde y considerando que más temprano que tarde Vizcarra se desliza a su ocaso político y sanciones legales, cabe preguntarse, por qué en lugar de la confrontación, no escogió el camino de las propuestas serias, el dialogo democrático y los acuerdos sobre objetivos a corto, mediano y largo plazo sobre todo en el campo educativo, político, económico y social. Sobre todo, después del cierre del Congreso, –que permitió al margen de si fue correcto o no–, que su popularidad alcanzará su mayor pico.
La explicación quizá la encontremos comparando a Vizcarra con otros líderes democráticos como Obama, Mujica, Mandela e incluso a otros despóticos como Hitler, García y Fujimori.
Respecto a los tres primeros, cabe decir que deja mucho que desear: carece de la capacidad en cuanto visión, ejemplo personal, intelecto, conocimientos, carisma y trayectoria política. Es más, un producto mediático que real. Nadie sabe con certeza cuál es su marco ideológico y propuestas, por lo cual carece de una organización o partido político (por ello está en un “vientre de alquiler”. Para tener un partido político se necesita esbozar propuestas que le permitirían tener seguidores).
Y en cuanto a los otros, se asemeja a Hitler porque al igual que él mismo, su entorno era mayoritariamente mediocre y habituado al “Shi señor” (recordemos a Vásquez, Morales, Richard Swing, Hayimi, entre otros, pudiendo decir que Aguiar cumplía en cierta forma el papel que Goebbels tuvo en el régimen nazi.
Pero sin un atisbo de duda, creo que sus paradigmas principales fueron García y Fujimori, sin olvidar a Chávez y su “Aló Presidente”. A García intenta imitarle –mediocremente, por cierto—, la capacidad de aprendizaje o captación auditiva que tenía el difunto expresidente, que era además un feroz devorador de libros aparte de escritor, lo que no se da en el caso de Vizcarra, que podría decirse que en la práctica es un mal imitador de Fujimori.
¿Por qué?… Por muchas razones de las cuales esbozo tan solo un par de ellas: Vizcarra al igual que Fujimori disolvió el Congreso y recurrieron al referéndum para legitimar sus propuestas, pero en tanto que el segundo luego propició y apoyó una lista parlamentaria que lo blindó, el segundo llevado por su mentalidad autocrática, aparte de propiciar normas electorales que han permitido tener un congreso mediocre, lo cual lamentablemente creo que su agudizara, –salvo quizás honrosas excepciones, en las próximas elecciones–, no posibilitó presentar una lista que en ese momento hubiese sido quizás mayoritaria y que hubiese impedido su vacancia. Pero hacerlo, hubiese sido compartir el poder, negociar, pactar, etcétera y ello no es aceptable por la personalidad fatua y mediocre de Vizcarra.
Asimismo, otro singular parecido lo encontramos en su constante viajar con recursos económicos y materiales del Estado, (cuyo costo y beneficio en algún momento debe analizarse dado que los mismos obedecían a mi entender a motivos propios de una campaña electoral); pero en tanto Fujimori iba llevando consigo alguna solución a los problemas comunales o provinciales, Vizcarra fiel a su carácter prometía, prometía y no cumplía…como bien lo sabemos los moqueguanos que aparte del descrédito que tenemos en este momento a nivel nacional por la conducta punible de Vizcarra, quizás debamos acostumbrarnos al elefante blanco que su impericia personal y técnica está dejando como herencia: la irrigación de las lomas de Ilo, aparte de lo que me atrevo a afirmar que tiene atisbos de traición no solo regional sino también nacional: el archivamiento del proyecto denominado “Corredor Ferroviario Bioceánico Central”.
Y en este último artículo que dedico a Vizcarra, –hay temas más importantes–, me reafirmo en decir que todo pareciera indicar como me dice un psicólogo amigo, que por sus características Vizcarra, puede calificarse como sociópata, que se caracterizan por carecer de empatía hacia los demás, fuerte egocentrismo, desapego a las normas sociales, así como una tendencia a simular sentimientos. Es inestable emocionalmente y muy impulsivo a la vez que, al mismo tiempo suele ser encantador, pero poco confiable. Carece de sentimientos de culpa, vergüenza o arrepentimiento.
Pero siendo menos duro, creo que podríamos decir recordando el análisis transaccional que en Vizcarra predomina el niño en el cual el modo de sentir, pensar y actuar es similar al de cómo lo hacía la persona en determinadas épocas de su infancia; la cual se caracteriza en general por la intensidad y volubilidad emocional, pensamiento predominantemente centrado en lo inmediato y comportamiento tendente a ser impulsivo.
Pero para finalizar, podríamos también pensar que como reza el famoso proverbio antiguo, erróneamente atribuido a Eurípides: “A aquellos a quienes los dioses quieren destruir, primero los vuelven locos”.