POR MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA
DIRECTOR DEL MUSEO ELECTORAL Y DE LA DEMOCRACIA DE LA DNEF DEL JURADO NACIONAL DE ELECCIONES
La gesta de la emancipación americana, con las luchas por su independencia, es un logro de los nacionales de cada país, en hechos bélicos que contaron con la participación de muchos americanos, y algunos de procedencia de otros continentes, entre los primeros se puede contar a muchos argentinos movido por el ideal del romanticismo, que los llevó a asimilar el precepto de que: “La patria es América”.
Moquegua es una región con un pasado rico, y basta la figura del mariscal Domingo Nieto, para valorar el aporte de los patriotas de este espacio, a la causa de la libertad del Perú, en medio de una larga lista de hombres y mujeres que se manifestaron a favor de la libertad, desde tiempos de la rebelión de Túpac Amaru. Con ellos, estarían después americanos, como el que hoy queremos destacar.
MARIANO NECOCHEA SARAZA
Mariano Necochea Saraza, nació en Buenos Aires el 7 de setiembre de 1792, y murió en Miraflores, Lima, en 1849, fue hijo del español Casimiro Francisco Necochea y de María Mercedes Saraza. Como él, fueron muchos los argentinos que se esforzaron por la consolidación de la independencia de Hispanoamérica, dejando su tierra para luchar por otros países, porque entendieron que la patria era América.
Estudió matemáticas, idiomas, y humanidades en Sevilla, regresando al Río de la Plata en 1809, tras la muerte de su padre. No fue un actor directo en la Revolución de Mayo en Buenos Aires, pero cuando el general José de San Martín llegó a Buenos Aires, y se creó el Regimiento de Granaderos a Caballo, fue uno de los que se incorporó a este cuerpo, y como tal participó en el combate de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813.
Poco después, con el grado de capitán se unió a la expedición al Alto Perú que comandada José Casimiro Rondeau. Combatió en la batalla de Venta y Media y en Sipe Sipe, en la que resultó gravemente herido, desde donde fue trasladado a Chuquisaca y Tucumán. En 1816 fue el jefe de la escolta del Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón.
Después de permanecer en Mendoza en el Regimiento de Granaderos a Caballo, se incorporó al Ejército de los Andes, cruzando la cordillera, tras lo cual se encontró en el combate de Las Coimas. Estuvo presente en la batalla de Chacabuco bajo las órdenes del general Las Heras, y también en Gavilán, Talcahuano y Cancha Rayada. Contra su voluntad, como consecuencia de heridas en la mano, no participó en la batalla de Maipú.
Su presencia en el Perú
Llego al Perú en la expedición libertadora del general San Martín, siendo el segundo del general Álvarez de Arenales en las dos campañas de la Sierra, y participó en el combate de Changuillo, jurisdicción de Nasca, y también en Cerro de Pasco. Ascendió a general durante el sitio del Callao, quedando al mando del Regimiento de Granaderos a Caballo.
Después que el Protector del Perú se retiró de suelo peruano, continuó sus servicios por la independencia de América, y se puso a órdenes de Simón Bolívar, destacándose en la batalla de Junín del 6 de agosto de 1824 porque fue él quien inició el ataque, acción en la que resultó gravemente herido, quedando impedido para participar en la batalla de Ayacucho.
Consolidada la independencia, y ya con Bolívar en el mando supremo, fue designado director de la Casa de Moneda, hasta que se le acusó de participar en una conjura contra el libertador venezolano, por lo que regresó a Buenos Aires en 1826, donde fue acogido por el presidente Bernardino González Rivadavia, y tras discrepancias con él, volvió al Perú.
Participó en la guerra contra la Gran Colombia comandando la caballería peruana en la Batalla del Portete de Tarqui. Al poco tiempo regresó a la Argentina, y fue protagonista en varios sucesos de enfrentamiento de los militares argentinos, opositores a los regímenes de turno. Finalmente regresó de nuevo al Perú, donde se hizo cargo nuevamente de la Casa de la Moneda, y en 1834 fue ascendido al grado de mariscal; vivió nuevamente en la Argentina y Uruguay y finalmente pasó sus últimos días en el Perú.
Falleció en Miraflores, el 5 de abril de 1849, y pese a que un siglo después el gobierno argentino reclamó sus restos, el gobierno peruano respondió que Necochea era ciudadano peruano por su propia voluntad. Sus restos reposan en el Panteón Nacional de los Próceres en Lima; y en esta ciudad hay un monumento en su honor, en el Distrito de San Isidro.