POR: ENRIQUE RIVERA SALAS
Aunque parezca mentira, el jugador mollendino Marcelino Pacheco Espinoza fue el eficiente defensor izquierdo del América Sport Club y, precisamente, es uno de los contados jugadores de Mollendo que, representando al Perú, tuvo la satisfacción de realizar una gira por diversos países de Centroamérica, cuando aún estaba fresca la gran actuación peruana en la Olimpiada de Berlín (1936) y vigente la figura del extraordinario cañonero Lolo Fernández.
La oportunidad surgió cuando, encontrándose en pleno servicio militar en la Marina de Guerra del Perú, la Comandancia ordenó que, en base al personal de los buques Grau, Bolognesi y Pariñas —que por entonces participaban en una exposición internacional en San Francisco, Estados Unidos—, se conformara un combinado para jugar encuentros de fútbol ante representativos de los países que, a su retorno al Perú, visitarían.
Es así que estadios de Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá se vieron colmados de aficionados ante la gran expectativa destacada por los medios informativos, que daban cuenta —no obstante ser otros los protagonistas— de la calidad demostrada por el jugador peruano en la fenecida Olimpiada de Berlín.
No todos los encuentros fueron triunfos, pero tampoco fueron derrotas, y los empates se sumaron a una serie de resultados que, en su conjunto, dejaron bien en alto el nombre del Perú, en especial el de nuestra Armada.
La experiencia alcanzada por Marcelino Pacheco durante el tiempo que duró la gira centroamericana y su paso por el “Buenos Aires” del Callao sería volcada en Mollendo, su tierra natal, cuando en 1939, al término de su servicio militar en la Armada Peruana —en la que se desempeñó como carrilero—, el América Sport Club lo integró a su equipo titular.
Marcelino Pacheco se convirtió pronto en un insustituible y refuerzo obligado de todo equipo local, tanto dentro como fuera de Mollendo; las giras y el público adverso habían dejado de ser algo nuevo para él, experimentado defensa, y no existió camiseta que dejara de vestir cuando se presentaban lides intercitys o internacionales.
Fue realmente más de una década dedicada a la pasión del fútbol.
Quiero dejar constancia de que don Marcelino Pacheco Espinoza fue mi vecino, siendo propietario del inmueble de cemento ubicado en la esquina de las calles Melgar y Alfonso Ugarte, donde tenía su tienda denominada “Zapatería Pacheco”, que estaba al lado de la propiedad de mi madre, Rosa Salas (fallecida), propiedad vendida hace varios años.