POR: ROGELIO PERALTA A.
Hoy en día, simplemente asistimos a la floración de la corrupción en nuestras instituciones y no causa sorpresa que muchos de sus miembros se tornen en férreos defensores de la honestidad, hasta dicen que les duele y «sufren». En efecto, la peor corrupción que ha vivido nuestra provincia, por su gravedad, magnitud y generalización la vivimos desde que recibimos el canon minero el 2007 al 2018, fueron gestiones íntegramente dedicadas al presupuesto de robar y malversar los recursos de la Municipalidad Provincial de Mariscal Nieto y del Gobierno Regional Moquegua.
Existe pues, en primer lugar, el noble patriotismo de los verdaderos moqueguanos, estos aman la tierra sin necesidad de loas ni estrofas. Respetan la cultura y su tradición, pero su esfuerzo va íntegro hacia la tierra viva, la que en torno de ellos trabaja, produce, piensa y sufre y, lo único que les hace grandes: ¡La Verdad!
No la adulan ni la ilusionan: no le dicen que es grande por ser rico en minerales o porque tomó un buen pisco moqueguano; le dicen que es una región rica, pero atrasada. Le gritan sin cesar la verdad ruda y brutal. Le gritan: “eres pobre, trabaja; eres ignorante, estudia; eres débil, ármate; eres rico progresa con obras de gran impacto. No la dilapides, no la robes”. Ese es el verdadero moqueguano.
El otro patriotismo es diferente: para quien lo siente la patria chica, no es la multitud que en torno a él palpita en la lucha de la vida moderna, sino la otra tierra, la que hace más de quinientos años desembarcó en América, al repique de la campana, entre las bendiciones de los frailes. Ese sube a la tribuna o recurre a algún micrófono, y exclama desde allí, con los ojos en blanco desorbitados y el labio lujurioso: “Oh pueblo de mi tierra…” “querida tierra…, queridos hermanos”, exactamente cómo le había dicho el día anterior, en una fiesta organizada por la corrupción, a un cabro barato de inversiones. Ése no ama a Moquegua: la enamora; no le da obras: le encaja odas y le roba todas. Ése es un auténtico cleptómano.
Como es de conocimiento público, en junio del 2008 se inicia una serie de huelgas con el objeto de conseguir el 52% del canon que realmente nos correspondía y recién en julio del 2009 se efectiviza a través de un decreto legislativo, sin embargo desde el año 2004 la Municipalidad Provincial de Mariscal Nieto ha concentrado montos importantes de “capital potencial perdido”, que ha generado por el esfuerzo, el conocimiento y la persistencia no del alcalde ni del presidente regional, menos de los dirigentes, sino de los propios moqueguanos y moqueguanistas que defendieron Moquegua, especialmente moqueguanos venidos de la parte Alto Andina que defendieron la dignidad de Moquegua; cuyo canon fue entregado para ser redistribuido (asignado) de la mejor manera posible en vista a promover el desarrollo sostenido de nuestra región e incrementar el bienestar de sus habitantes.
La idea era que este “capital potencial” que los ciudadanos “perdían” en términos personales, era transferido al Gobierno Regional y a la Municipalidad Provincial Mariscal Nieto para que éste invirtiese en forma adecuada y provechosa, devolviese parte de él a los ciudadanos moqueguanos mediante trabajo, bajo formas de infraestructura de desarrollo social y productivo necesario, eficientes servicios sociales con adecuada cobertura (educación, salud, cultura, etc.) y multiplicase el valor excedente con trabajo. Surgen entonces algunas de las preguntas a ser respondidas:
¿A dónde fue a parar más de mil cuatrocientos millones de soles del canon minero y RDR (Recursos Directamente Recaudados) que administraron los tres últimos alcaldes? ¿dónde están los Recursos Directamente Recaudados? ¿Se utilizó éste principalmente en forma adecuada y honesta? ¿Qué obras de envergadura sostenibles se hicieron para los moqueguanos? ¿Éstos revirtieron a las arcas de la Comuna Provincial? ¿Cuántos puestos de trabajo sostenido generaron y para qué movimiento político? Si no fue así, ¿cómo fue posible y qué facilitó que ello sucediera?
Los actos de corrupción en nuestro medio llegaron a generalizarse de tal manera en casi todos los proyectos de inversión, en las gerencias y subgerencias de la comuna local y en todas las esferas de la vida pública durante los últimos años, (lo que significa por cierto que hayan aparecido recién a partir de la misma), que tanto las instituciones como los servidores, los ciudadanos –miembros de la sociedad civil- que no participaron directamente en este tipo de hechos, pero que los observaron, escucharon sobre sus indicios y callaron, asumiendo el rol de mudos testigos de lo que sucedía, se cuentan hoy en día por centenas de personas en Moquegua.
Tan solo unos pocos denunciaron los actos de este tipo (de sobrevaloración de obras, del diezmo, etc.) y por lo general, éstos fueron criticados, ignorados y con frecuencia “callados” bajo formas diversas de chantaje, asesinato como es el caso del compañero “Chino Navarrete”, amenaza de muerte, en otros casos con trabajos, pero breves para que no molestasen, en otros casos los empleados fueron desplazados por personal de confianza vía rotación a otros puestos por debajo de su nivel profesional, experiencia, etc. para ser “confinado” fuera de la sede central a sitios alejados o “congelados” para evitar que se le fiscalice y la incomodidad del titular de pliego y “funcionarios de confianza”.
Éstos y el personal contratado “testigo silencioso y permisivo” (sobones, y arrastrados, etc.) no son nuevas. Las ciencias sociales la han estudiado por demás a través de diversas disciplinas y en diversas épocas.
Algo sin embargo es cierto: quién calla espera obtener algo a cambio y ese algo puede ser desde un favor o beneficio, en concreto hasta la “tranquilidad” rayana en el adormecimiento vital, tanto así que, el “conocimiento de hechos económicos irregulares”, el titular dispone a sus “funcionarios de confianza” simuladamente brindarle un porcentaje de la licitación y/o asegurarle el “puesto de trabajo”, en este caso previa comunicación con el área de personal para que éste continuase con el vínculo laboral y que posteriormente pueda iniciar un proceso contencioso administrativo que le reponga en el puesto.
Esta apariencia no es reciente, si no que se ha notado en gestiones anteriores, donde se les cortaba el vínculo laboral durante una semana o quince días, pero al final cobraban por 30 días, ahí están las planillas y boletas de pago.
Así se pagan los favores políticos, pasando por la tolerancia y aceptación de los propios errores por parte de los “corruptos”; en otros casos, a los compañeros obreros se le ha hecho trabajar 12 horas diarias, sin descanso semanal, es decir algunos son beneficiados, y los más humildes son maltratados y explotados.
Tolerancia ante una gestión ineficiente, incapaz, ante la mediocridad en la producción, ante la negligencia funcional y falta de previsión, etc. simplemente en el deseo de no atraer la ira de éstos y los denuncie, lo que Ricardo Palma escribía en una de sus Tradiciones Peruanas, llamaba “las tres razones del oidor: “por miedo, por miedo, por miedo…”