POR: ANGÉLICA ESPINOZA ORTIZ
Hace algunas décadas vivía en el norte del Perú, un lugar donde se disfruta de un buen ceviche, un cabrito a la norteña o una deliciosa tortilla de raya. Bueno, viví una parte de mi niñez allí. Nosotros habíamos llegado recién a ese lugar y mis padres estaban construyendo su propia casa, por lo que no había suficiente dinero para adquirir un televisor. Les cuento que en esa época solo las personas de dinero podían tenerlo. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Ahora no hay persona que no lo tenga en diferentes tamaños, modelos y diseños. Un día, mis padres nos dieron la sorpresa de que habían comprado una televisión. Recuerdo que era de color rojo, de esas que eran como cajas, no como las que conocemos ahora. Nos gustaba ver películas en familia, y aun hasta el día de hoy, aunque no con tanta frecuencia y ya no todos juntos debido a las diferentes responsabilidades de la vida cuando uno madura.
Una de las películas que vimos toda la familia fue una que nos hizo llorar de la emoción, al ver todo lo que hacen nuestros seres amados por hacernos felices, y de cómo no siempre los resultados o los finales son felices, como se nos hace creer. La película se llama La vida es bella. Seguro muchos la han visto, está basada en algunos hechos reales, en épocas que nosotros tenemos el privilegio de no haber vivido, en países donde han estado en guerra o que aún se mantienen en situaciones hostiles, donde no se goza de la paz y la tranquilidad que nosotros disfrutamos en nuestro país.
Más tarde, mientras trabajaba en el país vecino, Colombia, atendí a una joven que quería acabar con su vida y, gracias a sus esfuerzos, logró salir adelante. Ella quiso hacerme un regalo como agradecimiento por haberla acompañado en su proceso, y fue un perfume delicioso que nunca había percibido, un aroma tan especial y único, diría yo. ¿Saben cómo se llama ese perfume? La vida es bella (el nombre está en italiano: La vie est belle).
Siempre he tenido recordatorios de esto: que la vida es bella, que no hay nada por lo que debamos tomar decisiones tan drásticas como dejar de existir, ya que ello no soluciona nada. Solo dejas sufriendo a tu familia y a todas las personas que te quieren, que son más de las que te imaginas, y sobre todo, te privas de la oportunidad de disfrutar de la belleza de la vida. Porque, seguramente, en estos momentos estás experimentando la parte triste u oscura. Necesitas saber que, cuando tú lo decidas, puedes iniciar una nueva etapa en tu vida y podrás ver que la vida es bella.