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La reputación empresarial

Existen activos que ningún empresario puede darse el lujo de perder o dañar como la reputación. ¿Cómo preservar la reputación de una empresa en estas dificultades?

POR: ROGELIO HIGA MORÁN (JEFE DEL ÁREA DE DERECHO CORPORATIVO – ESTUDIO MUÑIZ – AREQUIPA S. CIVIL DE R.L.)     

La crónica es conocida y se cuenta sin mucho esfuerzo, muchos negocios fueron afectados por la pandemia, se reinventaron de forma entusiasta y adoptaron estrategias para refinanciar sus deudas, inyecciones de capital, préstamos en Reactiva Perú u otras para mantenerse a flote, pero la extensión de las medidas de restricción social y la segunda ola -algunos especialistas ya hablan de una tercera ola- de poco sirvieron para evitar esta situación de dificultad económica, así como la acumulación de deudas e incumplimientos, tanto así que este año muchos negocios estarán forzados a reducir el tamaño de sus operaciones, despedir a sus trabajadores y en otros casos, cerrar y rematar activos.

Esta situación ha desatado un mal clima acompañado de cartas notariales, conciliaciones, procesos judiciales, embargos y ejecuciones, siendo que, tras las grandes dificultades en economía, salud, vacunas que no tienen cuando llegar, educación y demás, un proceso de elección presidencial con potenciales fugas de capital e incremento de precios internacionales.

Existen activos que ningún empresario puede darse el lujo de perder o dañar como la reputación. ¿Cómo preservar la reputación de una empresa en estas dificultades? Vale el esfuerzo mencionar que la reputación empresarial se mide sobre la base de valores como estima, admiración, confianza, sentimientos y, añadir a la ecuación la influencia, liderazgo, responsabilidad y capacidad de gestión de los líderes. Es decir, que las personas tras la reputación empresarial son tan importantes como esta última.

Somos responsables de asumir esta situación con valentía y voluntad, desarrollar estrategias de recuperación, asumir riesgos calculados, priorizar gastos, optimizar procesos productivos, renegociar deudas, conversar con trabajadores, bancos, proveedores o clientes, solicitar periodos de gracia, ampliaciones de plazo, apoyar al vecino, al colega, al amigo. No aplique la milenaria gambeta con cabezazo, abrir el mismo negocio con familiares para tener un nuevo RUC, no devolver garantías, demorar intencionalmente el pago para forzar negociaciones de beneficio unilateral por temor a la pérdida, no aprobar valorizaciones de obras ya terminadas con pretextos, negarse a pagar por absurdos reclamos que sabe no son ciertos; esas triquiñuelas ocasionan más daños que soluciones, luego no reclame que el mercado tome represalias exigiendo más documentación, elevando las tasas de interés o que los proveedores solo vendan al contado.

Ajuste los precios si fuera posible, no sacrifique la calidad de sus productos o servicios, sus clientes lo notarán; sea honesto, esto no es un concurso de excusas. Si por alguna razón, se encuentra en el lado acreedor, converse, ofrezca soluciones y alternativas, si debe hacer alguna concesión, hágalo. Tenga en cuenta que los trabajadores, proveedores, clientes y entidades bancarias responden de forma proporcionalmente directa a la reputación de la empresa y la persona con quien tratan.

Queda claro que el mejor amigo de un peruano, tiene que ser otro peruano -nótese el refuerzo positivo de una frase regularmente negativa- y aquí es donde todos tenemos que poner el hombro y no para la vacuna, no caiga en el egoísmo o el pesimismo. Dejo en estas líneas un consejo, la mejor estrategia no es la que evita el pago de sus deudas, sino la que busca alcanzar acuerdos sanos y conservar la reputación que tanto esfuerzo cuesta forjarse.

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