POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS
El mercado de abastos, conocido por más de un siglo como La Recova, estuvo formalmente ubicado desde el siglo XIX junto al templo Santo Domingo, convento fundado en 1652.
El documento más antiguo que he consultado sobre el uso de este espacio donde ha funcionado La Recova es de 1700. Había sido dedicado a una huerta por los dominicos, que era regada con el agua del puquio que brotaba en ese lugar, que aún sigue fluyendo bajo el templo. No se puede precisar el momento que se hizo necesario urbanizar esta huerta.
Se edificaron algunas casas, pero se mantuvo desocupada el área adyacente al templo. Las placeras, que vendían en la plaza y alrededores, no tardaron en juntarse en este lugar que contaba con un amplio corralón para las recuas y apear las cabalgaduras. Entonces, a principios del siglo XIX, se empezó a conocer el sitio de abastos como La Recova, nombre de origen árabe que apenas hacía cien años se empezaba a usar en España para designar al mercado de comestibles.
En 1852 la subprefectura dispone se haga arreglos para hacer más decente La Recova. Para doña Águeda Vizcarra viuda de Angulo esto no fue suficiente; en 1905 se inaugura y bendice el moderno mercado que a sus expensas ella hizo construir. Generosidad que el prefecto informa a Lima alabando la filantropía de tan ilustre dama que entregaba al Municipio una cómoda y espaciosa plaza de abastos que era amplio, cómodo y, lo más importante de todo, con los últimos adelantos de la higiene. Luego del terremoto de 1948 fue nuevamente refaccionado.
El mercado abría sus puertas a las seis de la mañana. Aquí se daban cita todos los sectores sociales de la ciudad sin mayores restricciones.
La Recova también era un bullanguero centro de vinculación social espontáneo e “informativo”. Aquí se intercambiaban habilidades y consejos para mejorar los guisos; se comentaban los sucesos del día anterior, fuesen experiencia propia o ajena; se recibía las confidencias de las amistades y de la casera, que luego con recato –y casi siempre sin él- se confiaban al compañero del siguiente encuentro, con los agregados, torsiones y distorsiones con que se trasmitían y divulgaban en charlas interminables, que sólo se interrumpían con las sonoras y musicales campanadas del reloj del templo vecino… para continuarlas al día siguiente con el mismo entusiasmo.
Pero el mercado tenía una función adicional. Además de ser el centro principal de abastos de la ciudad, en las celebradas fiestas de carnaval, que entonces eran tres días de jolgorio, al retirar las mesas de expendio de frutas y verduras, se convertía en el más amplio salón de baile popular organizado por los mismos trabajadores y sus invitados los albañiles, artesanos, gente del valle, chacareros de Estuquiña, Alto de la Villa, Samegua…
La Recova siempre fue el principal centro de suministro de subsistencias y de vinculación social hasta su traslado al nuevo edificio de la avenida Balta en el año 1968. En el antiguo local quedaron pequeños puestos de expendio de abarrotes, algunos de carne y verduras, así como de venta de ropa, pero no tuvieron mayor éxito. Ya no era funcional, cada vez fue menos frecuentado. El terremoto del 2001 acabó por arruinarlo; entonces se impuso su reconstrucción.
El viejo mercado prestó servicios casi un siglo gracias a doña Águeda Vizcarra. El nuevo complejo cultural que se construyó el 2009 en su reemplazo debió llamarse “La Recova Águeda Vizcarra”, como un gesto de gratitud y reconocimiento a la matrona moqueguana que además fuera declarada benefactora de la ciudad por sus múltiples acciones en beneficio de su pueblo. Así es como debería llamarse.