POR: CELSO VERA SUÁREZ (LICENCIADO EN EDUCACIÓN)
En el Perú nos hemos preguntado muchas veces de qué formas se valen para subsistir millones de personas con ingresos muy por debajo de lo necesario para vivir y que, por añadidura, son achicados periódicamente mediante los llamados programas de ajuste, cuando no por la suba del índice inflacionario. En el Perú, la clase gobernante por espacio de 30 años, experta en cinismo, desde el Fujimorismo de los años 90 hasta la actualidad, han elaborado el supuesto “espíritu de sacrificio” con el cual han acostumbrado al pueblo al empobrecimiento permanente, o, a la pandemia de la sobrevivencia como podríamos llamarla en este caso.
El advenimiento del Covid-19, como una maldición sobre la Tierra, ha venido a mostrarnos con extrema crueldad y realismo terrorífico (50 mil muertos), que, el heroico esfuerzo de permanecer vivos en una situación de rígida cuarentena durante 3 meses (abril-junio), y en un cuadro de crisis social, moral, económica y sanitaria, se ha hecho, entre otras cosas, al gigantesco costo de convertirnos en un país vulnerable a la más devastadora pandemia que ha asolado el planeta. El azote del temible virus es una denuncia a la desnutrición masiva, a la insalubridad, a la anemia crónica de la niñez y la crisis del sistema de salud que expone sus deficiencias por sus cuatro costados, además de su inexplicable fragmentación (EsSalud, MINSA, SIS) por décadas, aparte de una inexistente educación sanitaria a la población.
Estudios médicos, debidamente documentados, señalan que el virus del Covid-19, que suscita tanto terror entre la gente, es escasamente resistente a las más elementales medidas de higiene y a las defensas naturales del cuerpo humano. De los 50 mil fallecidos hasta ahora, prácticamente la totalidad habitaban en pueblos jóvenes, barriadas y asentamientos humanos, zonas secularmente empobrecidas y olvidadas por las desidias gubernamentales; y, difícilmente, podríamos encontrar esas víctimas en las zonas residenciales de San Isidro, San Borja (Lima) y sus símiles en las ciudades grandes del país.
Habría que señalar, además, el mal manejo que dio el gobierno al combate de la pandemia desde un inicio. No tuvo el tino y la sapiencia suficientes para encargar el control y dirección del combate al Covid-19, a nivel nacional y regional, a las instancias pertinentes: ESSALUD-MINSA. En una situación bélica, se hace cargo la autoridad militar; en una problemática educativa, se haría cargo el MINEDU, y así. Pero no, aquí primó más el protagonismo del gobierno y la nefasta intención de favorecer económicamente a los grupos de poder económico, tal como lo fue el millonario préstamo del FMI de $11,000 millones y que, en su mayor parte (70 %) fue a parar a manos del BCP, Interbank, Scotiabank, BBV y el Club de la construcción. Aparte de ello, la cuarentena obligatoria decretada por el gobierno no tuvo en cuenta (craso error) al 70 % de trabajadores informales del país y que viven del día a día. Si no trabajan no comen. Muy tarde llegaron los bonos (después de 3 meses) que sólo alcanzaban para un mes, y no llegó para todos. Frente a ello el gobierno sólo atinó a pregonar la cantinela de “quédate en casa, lávate las manos, guarda la distancia”, como si con eso se solucionaba todo.
La falta de valor moral del gobierno salta a la vista en su negativa a asumir el carácter social y económico de la pandemia y su relación con la política económica neoliberal.
De allí que la estrategia para enfrentar a la pandemia (5 meses), vaya de tumbo en tumbo, y se agrava aún más con el último anuncio de adquirir 30 millones de vacunas, ¿para cuándo?, ¿para el 2021?, y mientras tanto ¿qué?, ¿seguirán muriendo más compatriotas por la terquedad del gobierno de no instalar plantas de oxígeno en cada provincia del país, por ejemplo? Favoreciendo así al monopolio del oxígeno medicinal por parte de la empresa PRAXAIR, tan igual como ocurre con las clínicas privadas, haciendo jugosos negocios mercantilizando el servicio de la salud.
La clave está, señor Gobierno, en cambiar el curso de la política económica y social del país. Muy poco se ganará, derrotando al Covid-19, en un territorio de desnutridos, informales, sub y desempleados, y pensionistas paupérrimos, si, después, se nos vienen encima las fiebres palúdicas, el dengue, la malaria o sigan creciendo la TBC y otros males mortales.
Finalmente, hay otra pandemia más peligrosa y terrorífica y que asola el país desde hace 30 años: el Neoliberalismo. El cual recae sobre las espaldas del sufrido pueblo peruano, y cuya única vacuna que lo puede salvar es una nueva Constitución Política y el cambio de estos gobiernos neoliberales por uno democrático, patriótico, soberano y de regeneración moral. Las elecciones del 2021 están a la vuelta de la esquina. En nuestras manos está la vacuna, apliquémosla a quien corresponda. No nos equivoquemos otra vez.