POR: MARIANELA ZEGARRA BECERRA
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una alianza militar, un sistema de defensa colectiva que se creó el 4 de abril de 1949, después de la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo es defender militarmente a cualquiera de sus miembros.
Trump cierra el grifo de la financiación a la OTAN y anuncia a los países europeos que ellos deben pagar por su seguridad; Estados Unidos no protegerá más a los países de la OTAN. Esta medida ha puesto en jaque a todos los líderes europeos, quienes solo destinaban el 2% de su PIB a defensa. No solo eso, Trump ha comenzado negociaciones con Putin para acabar con la guerra en Ucrania, dejando fuera a los líderes de la Unión Europea. Los ha ninguneado y les ha dicho frontalmente que paguen por su seguridad, porque Estados Unidos no seguirá pagando; es más, está evaluando retirarse de la OTAN.
Se quiebra el orden internacional y el escenario cambia por completo. Trump es directo y no anda con rodeos ni con corrección política; toma el toro por las astas y pone los puntos sobre las “íes”, le guste o no al mundo. Está desvelando lo que se conocía “sotto voce”: que quien marca la agenda internacional es Estados Unidos. No hay nada que ocurra en el mundo sin la interferencia directa o el beneplácito de Estados Unidos.
Trump habla fuerte y claro, y está transparentando los tejes y manejes del «Deep State», de la CIA, del FBI y toda la maraña de intereses ocultos con que se manejan los asuntos mundiales. Está destapando el submundo, la cloaca sobre la cual Estados Unidos mantiene su injerencia política a nivel internacional y gestiona su política interna. Está destapando redes de corrupción, como los fondos de USAID, los archivos del caso Epstein, donde hay no solo estrellas de Hollywood involucradas, sino también políticos y personajes influyentes, además de los documentos de la CIA que ocultaron, oprobiosamente, quién asesinó al presidente Kennedy, y va por más.