POR: ENRIQUE RIVERA SALAS
La Navidad, como fecha universal de hermandad, es un valor moral siempre y cuando sea imagen del nacimiento espiritual del Niño Jesús en cada cristiano. Se celebra el vigésimo quinto día del mes de diciembre, día marcado como el más alegre y bello del año, que anuncia una jornada de felicidad, ávida de afecto espiritual por encima de la apariencia material.
Solo así definimos y aplicamos la fraternidad cristiana; recibiremos el auténtico mensaje de Jesús, el Niño que, a más de dos mil años de su nacimiento, sigue siendo niño en cada Navidad.
Hagamos de la Navidad un valor ético, moral y espiritual, brindando optimismo al necesitado y esperanza al desmoralizado, porque la Navidad será regocijo si compartimos, lo poco o mucho que tenemos, con el hambriento y el enfermo.
La Navidad hecha valor significa prudencia en la compra de regalos, porque más que regalos o presentes, la Navidad es entrega espiritual.
Hagamos votos para que en Navidad se superen los momentos de angustia y violencia que vive nuestro país (y la humanidad) y nos haga reflexionar sobre la igualdad de derechos y obligaciones que la razón impone.
Por Navidad, hagamos que las costumbres y ofrendas nos acerquen a quienes están lejos, superando odios y rencores.
Las tradiciones de Navidad tienen alto valor moral solo si respetamos el significado de la Divina Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La Navidad tendrá valor ético si respetamos su significado como símbolo del nacimiento eterno del Verbo Divino y si guardamos las costumbres espirituales de la primera Navidad; así sentiremos la verdadera sensación de acercamiento y esperanza que promovió el nacimiento del Salvador.
Reflexiones sobre la primera Navidad, cuando la humanidad se aferró a la esperanza de frenar la injusticia, el abuso y la prepotencia a partir del nacimiento del Niño Jesús.
Sin posturas de grandeza ni publicidad de opulencia, hagamos de la Navidad un símbolo de salvación y fraternidad.

