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22 noviembre, 2024 2:08 am

La fiesta de los Fieles Difuntos: entre la tradición que se va, y la modernidad que se impone de a pocos

POR: MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA (DIRECTOR DEL MUSEO ELECTORAL Y DE LA DEMOCRACIA DE LA DNEF DEL JURADO NACIONAL DE ELECCIONES)   

En el antiguo Perú, la fiesta por los difuntos era en el mes de ayamarca, que coincidía con noviembre, y hasta donde sabemos por los estudios de secundaria y ampliaciones posteriores, el ayamarca coincidía era la  celebración de la fiesta solemne de conmemoración de los difuntos, ocasión en la que se les evocaba con música,  llantos, y cantos fúnebres, visitando las tumbas de los parientes, y honrándoles como en vida, se llevaba y dejaba alimentos y bebidas, como vemos se hace hasta hoy en la sierra peruana, y se proyecta en grandes cementerios de Lima. No pocas veces las celebraciones se hacían con grandes taquies y borracheras.

Por una extraña coincidencia, desde el siglo XVI, cuando se impone y acepta el santoral católico en el Perú, el ayamarca andino coincide con la costumbre europea de celebración de las fiestas de los Fieles Difuntos, celebrada por los católicos el 2 de noviembre de todos los años.

UN RECUERDO PERDURABLE

El recuerdo de los parientes difuntos, no desaparece con su partida hacia la eternidad, por el contrario, se mantiene, vive entre los que les tuvieron afectos, convirtiéndose en un lazo perdurable, como se puede ver entre los moqueguanos de las distintas provincias, que acuden a los lugares de reposo de sus muertos semanalmente, o por lo menos una vez al año, el día de los Fieles Difuntos, como reza el santoral católico.

Unas generaciones atrás, estos días eran diferentes en todo el Perú, no podemos decir que se vivía con el recogimiento de Semana Santa, pero si, eran ocasiones en las que, pese a no marcar feriado el 2 de noviembre, por una tradición arrastrada de siglos atrás, laboralmente el mundo oficial se paralizaba, de manera que se experimentaba, el mismo sabor y comportamiento, como en las grandes ferias regionales.

Y en efecto, en el sur del Perú, en Moquegua, en la costa y en la sierra, desde el 1 de noviembre por las noches, se observaba a los deudos dirigirse a los cementerios donde estaban enterrados sus muertos, y colocaban velas alrededor de sus nichos en el panteón. Previamente, durante la mañana de ese día, se repartía dulces a los niños que se parecían a los parvulitos que estaban en el cielo.

LA MODERNIDAD QUE SE IMPONE EN EL NORTE PERUANO

Por la noche los cementerios de Piura se ganaban en alumbrado a los circos, ya que velas, lamparines, lámparas de tubo y linternas marca Petromáx, llenaban los cementerios, así se estaba acompañando a los muertos durante toda la noche, dejando las flores por todo el día 2 y siguientes de noviembre.

Casi a finales del siglo XX, ya las velas y todos los utensilios de querosene fueron dejados de lado, mientras los reemplazaban los focos eléctricos multiplicadores del brillo del cementerio San José, en Sullana, que hicieron lanzar exclamaciones de asombro al reputado museólogo Luis Repetto Málaga, cuando lo visitó la noche del 1 de noviembre de 2014, no lo podía creer, solo le resultaron familiares, las visitas que hizo a algunos cementerios de México, y exclamó varias veces: esto es increíble.

Esa tradición de las velaciones en el norte del Perú, perdura, sobrevive, porque se adapta a los tiempos actuales, acepta lo que impone la tecnología, pues de lo contrario, perecería. El comportamiento social se construye a partir de modelos que se van imponiendo, y así fue, seguro que al comienzo hubo reacios que se resistieron a dejar las velas, pero poco a poco se ha generalizado el uso de las bombillas eléctricas, que generan ganancias a quienes prestan ese servicio.

Cada dos de noviembre, las roscas de muerto estaban en todas las panaderías, unas más ricas que otras, y paralelamente, se vendía coronas de satén o de papel crepé, para colocar en los nichos de los difuntos adultos, porque para los niños fue el día anterior. Las personas parecidas a los muertos adultos recibían dulce de camote con piña y maní rayado, una verdadera ricura, que nuestra abuela recibía, porque le encontraban parecido con cierta persona que ella nunca conoció.

Esa era la tradición de antaño, se mantiene en los pueblos, villas y ciudades de Piura, así como, pese a las restricciones impuestas a causa de la pandemia, se vivió en toda la Región, enterándonos, que los angelitos y roscas de muerto de las Pepas, la Carola, la Leidy, y de las mellizas Ordinola, deleitaran el paladar de quienes se acerquen en busca de la tradición, en Querecotillo, por ejemplo, lugar donde Esteban Flores y la familia conocida como “Chirriolas”, se encargaban de deleitar con las exquisiteces que salían de sus panaderías.

Sobre el particular, Caja Sullana editó el año pasado el libro de mi autoría titulado El cementerio San José y los cementerios patrimoniales del Valle del Chira, que fue presentado en Sullana y Lima. En esta publicación cargada del colorido de los camposantos, se presenta una explicación, al lado de la información sobre los cementerios, y el comportamiento de la población, en las fiestas de Todos los santos, y de Los fieles Difuntos.

FIESTA DE LOS FIELES DIFUNTOS EN MOQUEGUA

En la Conmemoración de los Fieles Difuntos, en Moquegua, la tradición es arraigada, pese a que nunca he visto como en Lima, que se lleva bebidas de todo tipo, y comidas, y se baila alrededor del lugar de entierro del difunto.

En Moquegua se vive la tradición, llevando flores, o quedándose toda la noche del primero de noviembre, con luces encendidas, entre velas hasta la madrugada del siguiente día, estando al pie de las tumbas de los seres queridos. Esta particularidad se parece mucho a la de Piura.

La realidad era, que hasta fines del siglo pasado, democráticamente, todos terminaban en el mismo lugar, al final de la vida, existía un cementerio para todos, después vendrían los cementerios parques, privados, que se han multiplicado en el interior del país.

Al parecer en la sierra norte, poco a poco se aceptará el reemplazo de las velas por los focos eléctricos, pero en Moquegua aún no ingresa del todo, la modernización en este sentido, y la preferencia por las velas es de gran manifestación, aunque ya empieza a verse las luces modernas del led.

Cementerio San Gabriel Samegua – Moquegua

Análisis & Opinión