POR: JORGE ACOSTA ZEVALLOS
El tema ambiental, ahora más que nunca, está en la agenda mundial porque el planeta, nuestra gran habitación, sigue amenazado por la contaminación. Una parte de ella se encuentra en las ciudades y áreas rurales, donde el uso de bienes y servicios por parte de familias, empresas y entidades públicas genera desperdicios sólidos, líquidos, orgánicos, no reciclables, especiales y peligrosos, que, si no reciben un tratamiento adecuado, afectarán gravemente el medio ambiente.
Una opción para mitigar este impacto, que ha tomado relevancia a nivel mundial, es la economía circular, un modelo que busca que los recursos se mantengan en uso el mayor tiempo posible, volviendo a reutilizarse mediante la aplicación de las famosas «R» como principios fundamentales: rediseñar, reducir, reutilizar, reparar, renovar y reciclar. Este modelo supera el esquema tradicional de «producir, usar y desechar».
En el Perú, existen normas legales y programas que promueven la economía circular, como la Resolución Ministerial N.° 351-2023-MINAM, que establece el marco para su implementación; la Guía Peruana GP 127:2021, aprobada por el Instituto Nacional de la Calidad (INACAL); y el Programa Innóvate Perú, que financia proyectos que incluyen este enfoque.
A nivel mundial, varias ciudades han adoptado la economía circular. Dos referentes cercanos son: Bogotá (Colombia), con el programa «Basura Cero», que fomenta la reducción y reutilización de residuos. Curitiba (Brasil), donde se recuperan materiales de los residuos para su reutilización.
En el Perú, Lima es la ciudad que más destaca en este ámbito, implementando programas de reciclaje y reutilización de materiales de construcción. Un distrito que ha ganado reconocimiento en este tema es Santiago de Surco, donde la economía circular comienza en los hogares, con la segregación de residuos orgánicos e inorgánicos.
¿Es posible aplicar la economía circular en Moquegua?
La respuesta es sí, especialmente en Moquegua e Ilo, donde existe mayor actividad económica y población. Algunos podrían afirmar que ya se aplican estos principios; sin embargo, los esfuerzos actuales están desfasados y requieren una mayor concientización de la población, promoviendo: La separación de residuos sólidos, plásticos y orgánicos desde los hogares. Más vehículos de transporte de residuos. Investigaciones sobre la composición de los residuos. Alianzas con programas universitarios ambientales. Educación ambiental permanente para la ciudadanía. Un mercado sólido para productos reciclados y su valorización.
La idea es que Moquegua sea un referente nacional, no solo por su protesta en defensa del medio ambiente, sino también por sus propuestas innovadoras de preservación y sostenibilidad. La economía circular es clave para ello.
Es importante recordar que los rellenos sanitarios tienen sus límites, principalmente en: Capacidad de almacenamiento: Llegan a un punto de saturación y se requiere la apertura de nuevos espacios, ampliando el impacto ambiental.
Salud pública: La acumulación de residuos genera olores desagradables y puede propagar enfermedades.
Emisiones contaminantes: La descomposición de residuos orgánicos produce metano y dióxido de carbono, gases que contribuyen al calentamiento global.
Contaminación del suelo: Es fundamental tratar los líquidos lixiviados generados por los residuos, ya que pueden contaminar las fuentes de agua y el suelo.
Si Moquegua apuesta por una verdadera economía circular, no solo reducirá su impacto ambiental, sino que convertirá los residuos en oportunidades de desarrollo.