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13 septiembre, 2024 10:29 am

La doble moral o la suma hipocresía

“Predicar moral es cosa fácil; mucho más fácil que ajustar la vida a la moral que se predica”. - Arthur Schopenhauer.

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ   

En un mundo donde el clamor por la salida de Nicolás Maduro se hace eco en manifestaciones a nivel global, es innegable que las voces que piden un cambio en Venezuela resuenan con fuerza, una posición que, sin duda, comparto. Sin embargo, este fenómeno no puede ser ejemplificado de manera aislada, ya que también refleja una dinámica preocupante en la que los medios de comunicación y las democracias occidentales parecen tener un interés selectivo en su enfoque respecto a la injusticia y la opresión.

Mientras millones levantan la voz contra la situación en Venezuela, resulta hiriente e hipócrita observar cómo, en contraposición, los conflictos en Ucrania y Palestina no han suscitado una protesta similar en la misma escala. La comunidad internacional parece optar por mirar hacia otro lado o cerrar los ojos ante las violaciones de derechos humanos y las crisis humanitarias que se desarrollan en estos últimos países.

Esta disonancia no es solo un problema de enfoque mediático; es un reflejo de la decadencia de la democracia occidental, donde las prioridades son dictadas por factores geopolíticos y económicos, en lugar de un compromiso genuino con los principios de justicia y derechos humanos. La manera en que las naciones reaccionan ante diferentes crisis revela una jerarquía en la que algunas vidas y luchas parecen tener más peso que otras.

Es imperativo cuestionar esta doble moral y abogar por un enfoque coherente que no solo se manifieste en torno a un conflicto particular, sino que abarque todos los contextos de opresión y resistencia. La lucha por la democracia y los derechos humanos debe ser universal, y nuestras protestas deben ser todas igual de robustas, sin importar el lugar del mundo en el que se desaten.

El verdadero desafío reside en unir nuestras voces en una demanda colectiva por la justicia, que no discrimine según fronteras geográficas ni alianzas políticas. Solo así podremos aspirar a un futuro donde la hipocresía quede relegada y la defensa de la dignidad humana sea la norma, no la excepción.

Análisis & Opinión