La decadencia de la democracia y la educación

“La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha por una mayoría incompetente” – Bertrand Russell.

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ     

Creo que puedo decir sin temor a equivocarme, que la gran mayoría de moqueguanos están muy lejos de estar contentos con sus actuales autoridades, situación que se repite desde hace muchas décadas, a tal punto que muchos veteranos coterráneos esgrimen que la corrupción y la “estupidización” de las autoridades políticas se incrementó sustancialmente a partir de la ley del canon minero y la realización de elecciones sin mayores exigencias a los candidatos, llegando a decir que cuando éstas eran escogidas entre los “ciudadanos notables las cosas eran mucho mejor, dado que si los mismas no eran honestas y responsables eran automáticamente cambiadas, en tanto hoy en día, hagan lo que hagan es prácticamente imposible sustituirlas”.

Y si bien es cierto y comparto el decir de Winston Churchill: “La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás formas que han sido tratadas de vez en cuando”; creo también que en estos tiempos tan cambiantes por el protagonismo de la informática, la inteligencia artificial y la globalización económica, hay aspectos preocupantes debido a factores como el aumento de la desigualdad, la corrupción, el populismo, el autoritarismo, el nacionalismo, el extremismo, el terrorismo, la desinformación y la polarización que  erosionan la confianza de los ciudadanos en las instituciones electorales, los políticos y las procesos electorales donde son elegidos, los cuales generan apatía, desencanto y protesta social, no solo en nuestro Perú sino también a nivel mundial, dándose en el caso de Suramérica casos preocupantes por parte de ciertos personajes con sentimientos y propuestas  parecidas a los que  encumbraron en su momento a Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Pinochet  y muchos otros.

La política es el arte y la ciencia de gobernar una comunidad humana, buscando el bien común y resolviendo los conflictos mediante el diálogo y la negociación. Sin embargo, en nuestra nación y en muchos otros países la política se ha convertido en un escenario de disputa por el poder, de manipulación de la opinión pública, de descalificación del adversario, de incumplimiento de las promesas electorales, de ineficiencia e ineficacia en la gestión pública. La política debe recuperar su sentido ético, su vocación de servicio público, su capacidad de liderazgo transformador, su visión estratégica a largo plazo y su compromiso con los valores democráticos. ¡Y para lograrlo son necesarias tres cosas: un congreso con otra óptica, partidos políticos y educación de calidad!

Y al decir que el Congreso sea diferente, pienso en que podría utilizarse como documento motivador la idea que planteó Haya de la Torre, respecto a la conformación de un Congreso Económico, dónde digo yo, deberían estar representadas las instituciones públicas y privadas, la sociedad civil organizada y no individuos a la larga aislados y ninguneados por su incapacidad. Los partidos deben ser organizaciones políticas que agrupen a personas con afinidades ideológicas y programáticas: los partidos deben recuperar su papel como articuladores de la sociedad civil, como generadores de propuestas y consensos, y como garantes de la gobernabilidad democrática, dejando de lado los intereses personales de ciertos oscuros personajes.

¡Y lo más importante: apostar 100 % por la educación que es un derecho fundamental que contribuye al desarrollo humano, social y económico de las personas y las sociedades. Sin embargo, en muchos países, entre los que estamos incluidos, se enfrenta a graves problemas de acceso, calidad, equidad, pertinencia y financiamiento. La educación debe adaptarse a las demandas y necesidades del presente siglo formando ciudadanos críticos, creativos, colaborativos y comprometidos con el bien común.

Y para lograrlo la educación debe fomentar el pensamiento crítico, la diversidad cultural, la convivencia pacífica, la responsabilidad social y ambiental, y la innovación técnica como base de una democracia, que nos haga olvidar el decir de Jorge Luis Borges, el famoso escritor argentino, que tenía una visión crítica de la democracia. Borges argumentaba que “La democracia es una superstición, basada en la estadística. Toda la gente no entiende de política, como no podemos entender todos de retórica, de psicología o de álgebra”. En otras palabras, Borges cuestionaba la premisa fundamental de la democracia de que la mayoría siempre tiene razón. Para él, el hecho de que una idea o propuesta sea popular (es decir, respaldada por la mayoría) no necesariamente la hace correcta o verdadera. Como también puede decirse, –jugando con otra frase de Borges–, que nuestros congresistas, gobernadores, alcaldes y funcionarios “no son ni buenos, ni malos; son incorregibles”.

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