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24 enero, 2025 4:32 pm

La Cosa

El clima es frígido y a lo lejos se escuchan los bombardeos de ciudades aledañas, el joven anuncia que se ha vuelto común. Pero la Cosa es lo que le importa y se acuclilla con un pedazo de rama que ha recogido de la calle para empujarla sin dejar de registrar el momento.

POR: GUSTAVO PINO    

Un joven youtuber camina en Ucrania grabando los estragos de la guerra con Rusia, e intenta explicar los sucesos que llevaron a ambos países a ese desenlace.

En Perú un hombre de mediana edad pide una habitación en un hotel cinco estrellas. Solo tiene una mochila como equipaje y confirma en recepción que se hospedará por un día. Le dan las llaves y se dirige al quinto piso.

El joven ucraniano en su trayecto observa una fisonomía gelatinosa al borde de una vereda. Se encuentra a una distancia que no le permite acercarse lo suficiente; hace un zoom óptico, se da cuenta de un detalle y entonces ahora él se aproxima hacia la “Cosa”, como empieza a denominarla.

El hombre peruano cierra la puerta y se queda parado observando la impersonalidad del espacio, va al baño y prepara la bañera. Coloca la mochila de cuero sobre el retrete y se empieza a desvestir.

El clima es frígido y a lo lejos se escuchan los bombardeos de ciudades aledañas, el joven anuncia que se ha vuelto común. Pero la Cosa es lo que le importa y se acuclilla con un pedazo de rama que ha recogido de la calle para empujarla sin dejar de registrar el momento. Trastabilla al retroceder instintivamente. Respira de forma agitada y sus palabras se tropiezan una con otra, está asustado. Pregunta en su lengua, pero ahora de forma comprensible, si vieron el parpadeo de lo que parecería un ojo. En la transmisión en vivo le empiezan a comentar que se podría tratar de un embrión. Luego afirman que sería un extraterrestre.

El agua caliente empieza a rellenar el espacio de esquinas ovaladas. El hombre se mira en el espejo con ambas manos sostenidas en los extremos del lavadero: tiene las ojeras marcadas y la barba crecida. Resopla saliendo del espacio de losetas cremas e ingresa descalzo a la habitación de piso acolchado. Prende el televisor: en un noticiero repiten la notica del asesinato de una empresaria y su hija de trece años en un intento de robo en el distrito de San Isidro. El agua empieza a rebalsarse, y el hombre se da cuenta porque el chorro ha dejado de sonar. Pulsa con el dedo gordo el botón de mute antes de dirigirse a la bañera.

En la transmisión en vivo, el joven sigue leyendo los comentarios de la posible invasión extraterrestre y una inminente tercera guerra mundial. En pocos minutos el video se ha hecho viral y los medios televisivos locales han empezado a retransmitir la noticia. Especialistas no afirmaban nada y por lo general se contradecían. El joven youtuber terminó el video y se agazapó en una esquina esperando que los curiosos se esfumaran. La noticia pasó de ser una novedad en pocos minutos, sus seguidores y otros se distrajeron en la premura del morbo, para su suerte.

Por otro lado, el hombre, sumergido hasta el cuello en la bañera, recién escuchaba las noticias del posible feto extraterrestre sin inmutarse. Empuñaba en su mano derecha el cuchillo que su mujer utilizaba en las mañanas para rebanar los pedazos de fruta mientras recordaba las advertencias de su hija sobre que no se apresurara, que, en el colegio, en el curso de historia, la profesora les había contado que Napoleón, siempre que se encontraba apurado para llegar a un evento, y si aún no estaba listo, les decía a sus súbditos: “Vístanme despacio que tengo prisa”. El hombre sonrió como si su hija sonriera con él, y entonces entre lágrimas pasó sin prisa el filo del metal por su antebrazo izquierdo y continuó con el otro entre la espuma y el rojizo.

La calle estaba vacía, las alarmas recientes de un posible bombardeo en la zona seguían refugiando los cuerpos entre los espacios ocultos de columnas y materiales inadecuados para resguardarlos; el joven ucraniano decidido a acabar con la invasión, incrustó la rama con la parte más puntiaguda hasta atravesar a la Cosa; esta, observándolo con su diminuto ojo, parpadeó un par de veces hasta dejarse morir. Solo entonces el joven ucraniano se dio cuenta que la Cosa, además de mirarlo con firmeza, también sonreía.

Imágenes generadas con IA

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