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4 agosto, 2025 8:07 pm

La corrupción de la democracia

Desde tiempos inmemoriales, la historia peruana ha estado teñida por episodios de traiciones, negociados y prácticas corruptas que han socavado los esfuerzos por consolidar un Estado fuerte y unido.

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ

La relación entre corrupción, democracia y nación en el Perú —y en muchas partes del mundo— refleja un patrón que ha marcado su desarrollo político y social a lo largo de los siglos. Desde tiempos inmemoriales, la historia peruana ha estado teñida por episodios de traiciones, negociados y prácticas corruptas que han socavado los esfuerzos por consolidar un Estado fuerte y unido.

Hoy, esta realidad se presenta con tristeza y preocupación, evidenciada en la proliferación de más de 40 partidos —a los que no deseo calificar como políticos— encabezados por personajes poco comprometidos y preparados, que buscan aprovechar las próximas elecciones sin presentar ideas o propuestas sustanciales.

Desde la época colonial, las élites gobernantes frecuentemente priorizaron sus intereses personales por encima del bienestar del país. Estas acciones sembraron las bases de una cultura de corrupción que perdura hasta nuestros días. La lucha por la independencia en el siglo XIX, aunque marcada por ideales de libertad, también estuvo plagada de alianzas traicioneras y ambiciones de poder, obstáculos que impidieron la construcción de una nación sólida y unificada.

En los siglos XX y XXI, diversos escándalos de corrupción han sacudido las estructuras democráticas peruanas. La presencia de figuras que, en busca de poder o enriquecimiento personal, pactan con intereses externos o permiten la corrupción institucional, ha contribuido a la fragmentación social y política del país.

La falta de unión y de objetivos nacionales claros ha sido una de las principales causas del atraso peruano, impidiendo el desarrollo sostenible y la plena realización del potencial del país. La historia demuestra que la lucha contra la corrupción y la consolidación de una verdadera democracia requieren de una ciudadanía unida, comprometida con objetivos comunes y con una visión de nación que trascienda intereses particulares. Solo así, el Perú podrá avanzar hacia un futuro más justo, equitativo y próspero.

La caída del Imperio Inca en el siglo XVI fue en gran medida facilitada por una profunda división interna. La rivalidad entre los hermanos Atahualpa y Huáscar, quienes disputaban el control del imperio, generó un clima de caos, desconfianza y debilitamiento en las estructuras políticas y militares incas. Esta guerra civil no solo desgastó a la población y a las fuerzas militares, sino que también creó una oportunidad para los conquistadores españoles, quienes encontraron un imperio fragmentado y vulnerable.

A esta situación se sumó la existencia de enemistades y alianzas entre diversos grupos enemigos de los incas, quienes aprovecharon la confusión para apoyar a los invasores. Los españoles, hábiles en su estrategia, fomentaron la desconfianza entre los distintos sectores del imperio, estableciendo alianzas con enemigos tradicionales de los incas. Esto facilitó la conquista, pues no enfrentaron una resistencia unificada, sino un mosaico de facciones dispuestas a negociar o colaborar con los invasores.

La desunión interna de los incas, combinada con las enemistades y alianzas de sus enemigos tradicionales, facilitó en gran medida la conquista española. Los invasores aprovecharon estas divisiones y el debilitamiento del poder central para avanzar con mayor facilidad. La visión de los pensadores incas sobre la unidad y la armonía revela que su cultura valoraba profundamente el orden social y espiritual; la ruptura de estos valores contribuyó significativamente a la caída de uno de los imperios más magníficos de América.

Para terminar, es importante recordar que la corrupción, la desunión y las traiciones también contribuyeron significativamente a la derrota en la Guerra del Pacífico. Estos factores debilitaron la cohesión y la moral de las fuerzas nacionales, facilitando la derrota ante los adversarios. Es así como recordamos con rencor el grito que exclamaban muchos: los chilenos antes que Piérola, reflejando el desprecio por quien fungía en aquel momento de ser la primera autoridad y que en nuestros días ha dado lugar a que, más que una competencia electoral o lucha o intercambio de propuestas o ideas, observemos un panorama propio de un circo o mercado persa, donde es harto difícil encontrar personalidades dignas de confianza, con visión, aplomo y trayectoria pulcra y transparente. ¡Pobre Perú!

Análisis & Opinión