POR: GUSTAVO PUMA CACERES [gpumacac@unsa.edu.pe]
La semana pasada conversando con Anna Alonso Tambo, embajadora de BlueTech Port Barcelona y representante de la Federación Francesa de Puertos Deportivos en Cataluña sobre temas de conexión portuaria entre Perú y Europa por el MegaPuerto de Chancay y desarrollo de ciudades, surgió el tema de «La ciudad mentirosa» de Manuel Delgado Ruiz.
«La ciudad mentirosa» es una crítica contundente al modelo urbano de Barcelona que, en lugar de mejorar la vida de sus habitantes, los ha perjudicado con engaños y precariedad. Delgado lo describe como una «carta de amor desaforada» hacia la ciudad, pero también como una denuncia de su mercantilización. Según el autor, políticos y urbanistas han convertido Barcelona en un producto de consumo, privilegiando su imagen idealizada (especialmente tras los Juegos Olímpicos) sobre las necesidades reales de la población, ocultando así los problemas sociales y económicos que persisten.
EL CONCEPTO DE LA «CIUDAD MENTIROSA»
Delgado Ruiz analiza cómo las ciudades, frecuentemente edificadas sobre un discurso oficial de progreso y modernidad, pueden ocultar realidades marcadas por la exclusión, la desigualdad y la falta de acceso a servicios básicos para gran parte de sus habitantes.
En esencia, Delgado cuestiona la narrativa predominante que presenta a Barcelona como un modelo de éxito y transformación urbana. Según su crítica, esta imagen idealizada enmascara problemáticas sociales profundas, como las desigualdades estructurales y el desplazamiento de poblaciones vulnerables. Para Delgado, Barcelona es un ejemplo de ciudad que ha construido una ficción atractiva dirigida a turistas e inversores, mientras descuidaba las necesidades reales de sus residentes y los conflictos sociales derivados de su modelo de desarrollo.
LAS CIUDADES PERUANAS Y EL «MODELO BARCELONA»
El concepto de «ciudad mentirosa» surgió a partir del análisis del «modelo Barcelona», una experiencia de desarrollo urbano que Delgado Ruiz considera problemática. Este modelo, impulsado desde los años 80, priorizó la transformación estética, la mercantilización del espacio público y el turismo masivo, generando una «fachada de prosperidad» que enmascara la segregación, el desplazamiento de residentes y la precarización de servicios esenciales.
Al trasladar este análisis a las ciudades peruanas, encontramos dinámicas preocupantemente similares. Ciudades como Lima, Arequipa y Trujillo se promocionan como destinos modernos y atractivos, enfatizando su patrimonio histórico, su crecimiento económico o su vida cultural. Sin embargo, detrás de esta narrativa oficial persisten desigualdades estructurales como:
- Segregación espacial: urbanizaciones exclusivas coexisten con asentamientos informales carentes de infraestructura.
- Crisis de vivienda: especulación inmobiliaria y altos costos obligan a familias a habitar zonas vulnerables.
- Servicios básicos insuficientes: agua potable, transporte y salud pública son deficientes en amplias zonas.
¿HACIA UN URBANISMO MÁS HUMANO?
El «modelo Barcelona» en ciudades de Perú no es una réplica exacta, pero comparte su lógica de priorizar el mercado sobre el bienestar colectivo. Urge cuestionar si el desarrollo urbano debe medirse por su atractivo turístico o por su capacidad de garantizar derechos básicos a todos sus habitantes. Alternativas como la planificación participativa o el urbanismo colaborativo, la regulación de la especulación y políticas de inclusión social podrían evitar que nuestras ciudades se conviertan en escenarios vaciados de autenticidad, donde lo pintoresco esconde la exclusión.
PERÚ Y SU DESARROLLO URBANO DESIGUAL
En las últimas décadas, las ciudades peruanas han experimentado un crecimiento urbano acelerado, marcado por la construcción de grandes infraestructuras y la atracción de inversión extranjera, sobre todo en Lima. Sin embargo, este desarrollo ha sido profundamente desigual. La expansión urbana ha generado zonas de alta exclusión social, caracterizadas por asentamientos informales y la falta de acceso a servicios básicos como agua potable, saneamiento y transporte público eficiente.
La «mentira» de la ciudad proyecta una imagen de progreso vinculada a la modernidad y la globalización, pero oculta una realidad de exclusión, precariedad laboral y desigualdad social que afecta a gran parte de su población. Un enfoque crítico cuestiona los discursos oficiales que enmascaran estas contradicciones, proponiendo en cambio un desarrollo urbano integral que priorice las necesidades reales de todos los habitantes, más allá de intereses económicos o políticos.
En conclusión, el concepto de «ciudad mentirosa» aplicado al caso de las ciudades peruanas resulta clave para desentrañar las complejidades del crecimiento urbano. Revela la urgencia de abordar las desigualdades estructurales que persisten, pese a los relatos hegemónicos que celebran el progreso y el crecimiento económico sin atender sus costos sociales.