Por: Mauricio Aguirre Corvalán
El fin de semana pasado nos demostró que nuestro principal problema no es sólo la incapacidad del gobierno del presidente Pedro Castillo, sino la torpeza de buena parte de la oposición. La frase “la calle pide vacancia presidencial” dicha por María del Carmen Alva, presidenta del Congreso, no sólo es falaz a la luz de los hechos que vemos en la propia calle, sino que pone en evidencia una vez más las verdaderas intenciones de la oposición más ultra en el Parlamento.
Cuando tu lengua traiciona a tu cerebro, generalmente te metes en serios problemas, y eso parece haberle ocurrido a María del Carmen Alva, salvo que en realidad lo haya dicho convencida de que ese es el único camino posible para resolver la crisis política de la que, paradójicamente y parece no querer darse cuenta, ella misma es parte.
En poco más de un mes, el gobierno de Castillo y Cerrón no ha demostrado capacidad para ponerse el país al hombro, y pretende suplir su inacción trasladando su falta de gestión a la confrontación política, que es donde más cómodo se siente. Cerrón es muy rápido con el dedo en Twitter y tiene una labia muy hábil cada vez que aparece en los medios, pero su partido y él mismo poco o nada han hecho hasta ahora para darle estabilidad a su propio gobierno. Ni siquiera pudieron, o no quisieron, concertar para tener presencia en una mesa directiva multipartidaria en el Congreso. Castillo, por su lado, sigue en modo candidato y parece creer que se puede gobernar de la boca para afuera sólo con sus manidas frases de reivindicación y de oponer pobres contra ricos, que lo llevaron a ganar la presidencia.
Pero mientras el gobierno empieza a naufragar en sus propias limitaciones, la oposición tampoco da muestras de tener la capacidad de establecer una agenda consensuada que por lo menos mire realmente las principales urgencias del país. Hasta ahora las fuerzas políticas que dicen defender las libertades democráticas y la constitución de 1993 no han logrado acuerdos mínimos que apunten en esa dirección, y que por lo menos sirvan para marcarle la cancha al gobierno sobre las prioridades que hoy tiene el país.
El mundo paralelo en que se ha convertido el Ministerio de Economía hace esfuerzos importantes para que la economía no se detenga y pueda empezar a caminar a mayor velocidad. Pedro Francke y su equipo están convencidos de que una sostenida reactivación económica pasa necesariamente por la mejora del empleo, y de la recaudación tributaria, y que para eso la inversión privada es fundamental. Pero el tormentoso clima político hace mella, y bastante, en esos esfuerzos, y ni el gobierno, que paradoja, ni la oposición están dispuestos a procurar amainar esa tormenta.
Estamos de acuerdo en que la presencia del Ministro de Trabajo en el gabinete es insostenible y que la tozudez del presidente Castillo de mantenerlo pasa por su propia disputa por espacios de poder con Vladimir Cerrón, sin tener en cuenta las consecuencias políticas que eso puede tener para su gobierno de aquí en más. El mandatario tiene que darse cuenta de que ha sido elegido por 5 años y que su gestión lleva apenas un mes. Una cosa es que lo quieran vacar y otra que empiece a vacarse solo.
Es verdad que muchos de los nombramientos hechos por el gobierno no están a la altura y tienen más de un cuestionamiento, pero de allí a empezar a buscar un terruco debajo de cada piedra sólo porque a la derecha ultra no le gusta que la izquierda esté en el poder, parece demasiado.
El gobierno y la oposición deben darse cuenta y pronto, que la crispación política tiene límites, que la gente se cansa. Un Twitter de Cerrón no genera empleo, una frase de Castillo no baja el precio de los alimentos, y menos una oposición con ánimo de vendetta hará que haya más inversión.