POR: NOLBERTO ARATA HURTADO
Me dicen que debí mencionar a los “Chejes”, pero no los recuerdo. Sí recuerdo que en la esquina con Lambayeque existía, desde antes de la peste, la muy antigua funeraria Chávez. Por la cantidad de fallecidos, faltaban cajones e improvisaban. El Águeda tampoco tenía capacidad, y muchos están en el cementerio de tierra.
En la cuadra 2 de la Lima, recuerdan al “piurano” que cargaba la Cruz del “Portillo”, entonando canciones religiosas y letanías.
En Piura con Omate estaba la panadería Chancayauri, donde hacían los mejores “patellama” y las alluccllas, que eran galletas duras. Sus principales consumidores eran los peones del campo, quienes así, durante la semana, no comerían pan “acocayado”.
La prestigiada y emblemática pastelería de Felicitas Arias ocupaba otra esquina, y en sus vitrinas exhibían guargüeros, besitos, suspiros, alfajores, y más, además del inigualable manjarblanco.
La tienda de don Víctor Montalvo y la Sra. Irma era un “minimarket” por la cantidad y variedad de productos nacionales e importados; incluso vendían vainilla en polvo o amoniaco, muy usados en la pastelería moqueguana. Don Víctor, de joven, fue el mejor puntero izquierdo que tuvo Moquegua y fue reconocido con un diploma especial.
Juan Liu, al frente, tenía una tienda con su esposa Anita Yonsen. Ella, demostrando su capacidad y entrega, ingresó a la universidad en Arequipa, superó los exámenes y se graduó. Son los padres de nuestro chino “Chaly” Liu, quien fue ministro de Energía y Minas.
Manuel Anco Cornejo, longevo vecino, hace poco celebró cien años de vida, lúcido, con energía envidiable y aun trabajando.
Recordamos a los “Halcones”, niños aventureros e intrépidos, que sorprendieron cuando fueron a explorar “agua de pajaritos”. Sus mentores eran los “Chinos Minas”, hijos del profesor Carlos Kihien, ahora ingenieros. Eran expertos en las guerritas con frutos de cacho de gallo e higuerillas, y se enfrentaban con los belermos o cualquier pandilla que los desafiara. La señora Anita, mamá de los líderes, era una gran emprendedora, experta en dulces y comidas moqueguanas, y organizadora de las celebraciones de la Cruz.
“El chino” Juan Koc vendía seguros, un rubro poco conocido y aceptado en esa época, pero esto no lo limitó para colocarlos, porque era muy amistoso. Tenía un motivador: “Más vale tener un seguro y no necesitarlo, que necesitar un seguro y no tenerlo”.
Recuerdo también a Aurelio Salas y Rebeca Adasme, “Los Calatos”. Vendían gasolina en latas a toda la flota vehicular de la ciudad. Su hijo Lucho, ahora profesor, fue un buen futbolista.
“Cocobolo” Olivera fue un gran futbolista que integró el “Huracán” y la selección.
Vinculados a la educación estaban los magníficos profesores Mario Zegarra y Manuela Becerra, y el Sr. Yáñez, como auxiliar de la Gran Unidad Escolar Simón Bolívar.
Don Julio Pinto, próspero comerciante, junto con don Daniel Zevallos, tenían en la esquina de la plaza una surtida tienda con gran stock de productos importados (bacalao de Noruega, salsa de tomate italiana, entre otros) y nacionales (licuadoras que funcionaban a presión de agua, refrigeradoras a querosene, electrodomésticos, etc.), además de una cajera. Era agente de Faucett, que diariamente llegaba a la “pampa de aterrizaje” de la Villa, trayendo pasajeros pijes y los periódicos de Lima que los niños voceábamos. Una vez, para retirar un paquete, subí al avión naranja, su color distintivo.
Don Miguel Constantinides, griego, muy cordial y amable, tuvo el hotel que llevaba su apellido. Personalmente compraba todo lo necesario para alimentar y atender a sus huéspedes.
Donde ahora es “Moraly” estaba Samuel Mazuelos, muy querido y recordado. En carnavales, era elegido “Ño Carnavalón” y gozaba mucho pintando y echando agua.
Lectores de ¡miércoles!, gracias por acompañarme.
(Continuará)