viernes, 5 de diciembre de 2025
  • UDI Unidad de Investigación 969 164 351
  • Central de Noticias 956 424 000
  • Publicidad Edición Impresa 974 466 951

José Manuel Ubalde

Se cumplen 220 años del sacrificio de José Manuel Ubalde, figura clave en el levantamiento independentista de 1805 junto a Gabriel Aguilar. Aunque nacido en Arequipa, la tradición histórica lo vincula estrechamente con Moquegua, donde su linaje y memoria permanecen arraigados.

ARCHIVO

- Advertisement -

POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS

Este cinco de diciembre conmemoramos el 220 aniversario del sacrificio de José Manuel Ubalde y Zeballos en el Cusco. Es justo que le rindamos nuestro homenaje.

En 1805 en la ciudad imperial del Cusco el minero José Gabriel Aguilar junto al abogado Ubalde complotan para independizar el país, interpretando el sentir nacional que no toleraba más el inicuo trato de la explotación y esclavitud.

José Aguilar, huanuqueño que había estado en España y ahora avecindado en la antigua capital incaica, concibió la idea con mucho de ilusión, de emancipar al Perú del yugo español. Planteó la restauración de la monarquía incaica como un medio de ganarse a la masa indígena, sin cuyo concurso toda rebelión era impracticable. Comparte el proyecto con su amigo José Manuel Ubalde, que se desempeñaba como influyente asesor del presidente de la audiencia de esta ciudad. Comprometen con éxito a un médico, al cacique de Ilave a eclesiásticos que iban desde un capellán hasta connotados tonsurados cuyos nombres las discretas investigaciones han mantenido en el anonimato; igualmente al protector de naturales y otras personas que gozaban de prestigio en la sociedad cusqueña. Aguilar recurrió incluso al sentir místico de la idiosincrasia de la población andina, argumentaba que su proyecto era resultado de una revelación divina y por lo tanto un imperativo sobrenatural que debía llevarse a cabo.

Buscando interesar a más socios involucran a Mariano Lechuga, que no bien enterado del proyecto termina delatándolos en el mes de junio y los traiciona del modo más cobarde e infame. Comprobada la conjura, los comprometidos fueron hechos prisioneros.

Luego de un juicio sumario los cabecillas son condenados a la horca. Fueron ejecutados en la plaza de Armas del Cusco el 5 de diciembre de 1805.

El 6 de junio de 1823, estando lista para llevarse a cabo la segunda campaña a puertos Intermedios, el Congreso los declaró beneméritos a la patria.

El lugar de nacimiento de Ubalde durante muchos años se ha mantenido en una incertidumbre polémica. La ciudad que más se aceptaba como su cuna era Moquegua. Lo cierto es que nació en Arequipa, lo prueba de manera concluyente la partida de bautizo ubicada en la parroquia del Sagrario, que encontró y cordialmente compartió con nosotros don Juan Flor Juárez, donde consta que el 28 de marzo de 1766 fue bautizado Joseph Manuel de un día de nacido, hijo legítimo de Simón Ubalde y Rosa Zeballos.

La rama de los Ubalde la funda en nuestra ciudad Cayetano de Ubalde Hodescalquis Lamilla y Bracamonte, que nació en Tacna y pasó a residir en Moquegua donde testaría en 1746. En esta ciudad contrae matrimonio con Bernarda de Zeballos y Roa. Tuvieron como hijos a Julián, que llegó a ser fraile mercedario; a sor María Josefa de Jesús, monja de velo negro en el convento de Santa Catalina de Arequipa, ella sería protectora y responsable de la educación de su sobrino José Manuel; sor María Isabel de San José, que antes de profesar fue madre de dos hijas; Catalina, que casó con Manuel de Montenegro quienes serían padres del primer historiador moqueguano Juan Antonio Montenegro y Ubaldi; a Simón Ubalde, padre del prócer José Manuel y de Gabino Rafael que terminaría casando con su prima María Eulalia Montenegro y Ubalde.

La tradición trasmitió que en los extensos interrogatorios a los que fue sometido durante el proceso que se le siguió, José Manuel Ubalde declaró haber nacido en la villa de Moquegua de donde eran naturales sus padres y radicaba buena parte de su familia, haciendo más estrecha su vinculación con nuestra ciudad; y así lo hemos considerado siempre, acatando su confesión.

LO ÚLTIMO