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Inestabilidad ministerial

¿Como sostener políticas públicas en este contexto? La permanente rotación de sus más altos funcionarios, tiene múltiples efectos: cambios en la estructura de la toma de decisiones, visiones y objetivos de gestión alterados con frecuencia, parálisis de proyectos, revisión de decisiones anteriores, planificación inexistente y el personal sujeto a la incertidumbre de la continuidad o no.

POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS   

Los recientes cambios ministeriales en las carteras de Ambiente, Defensa y Mujer y poblaciones Vulnerables, asumiendo Richard Tineo, Claudia Dávila y Wilfredo Rozas respectivamente, si bien en el sector Defensa era ineludible ante la renuncia irrevocable de su titular José Luis Gavidia, las otras modificaciones no se advertían, pues recientemente y ante la renuncia no aceptada presentada por Aníbal Torres, tres semanas atrás, y al propiciarse otros cambios ministeriales, se sobreentendía de su ratificación de confianza en el cargo; nos encontramos con una disposición inusual y de escasa práctica comparada, la permanente rotación ministerial: 68 cambios ministeriales desde que asumió el Gobierno el presidente Castillo en Julio del año pasado. Los reportes nos indican “en 382 días de Gobierno, que equivalen a 56 semanas, se ha cambiado, en promedio, más de un ministro por semana”.

La sorpresiva designación de Guido Bellido como presidente del Consejo de Ministros, sumado al peculiar retiro de Pedro Frankie y Aníbal Torres del acto de juramentación de ese primer gabinete, ya avizoraban lo imprevisible de su conducción. Son cuatro los jefes de Gabinete que ha tenido este Gobierno: la peculiar gestión de Bellido duró escasamente dos meses; sustituido por la infructuosa gestión de Mirtha Vásquez, con algo más de tiempo, cuatro meses; y para el anecdotario político de nuestro país, sobrevino la designación de Héctor Valer, con escasas 72 horas de duración, ni siquiera alcanzó a presentarse ante el Congreso; el actual titular de la PCM Aníbal Torres, asumió el 9 de febrero del 2022, algo más de seis meses que es el mismo tiempo en que alternaron los tres anteriores,  dada la rotación permanente que impone el jefe de Estado, ya es un éxito.

Los únicos ministros que se mantienen en gestión desde inicio de gobierno es la vicepresidente Dina Boluarte en el MIDIS, Roberto Sánchez en el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, Geiner Alvarado ahora en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones y el propio Premier Aníbal Torres, quien estuvo en Justicia y Derechos Humanos. Veamos el caso de una materia tan relevante, como es la seguridad ciudadana, incremento de las incidencias de crimen organizado, violencia, robos y que obliga al estado a declarar con regularidad estado de emergencia en ámbitos específicos y que es función del Ministerio del Interior, aquí no sólo alternaron siete ministros: Juan Carrasco, Luis Barranzuela, Avelino Guillén, Alfonso Chávarry, Dimitre Senmache, Mariano González y Willy Huerta; sino también cinco Comandantes Generales.

Una decisión presidencial que en otro contexto se asumiría como un gesto de provocación es el nombramiento de Betssy Chávez como Ministra de Cultura, pasando por alto el hecho de haber sido censurada por el Congreso y por consiguiente removida del cargo de Ministra de Trabajo, y aún muy oronda se presenta en el congreso asumiendo una posición de víctima frente a sus propios abusadores, sin que avalemos la decisión que asumieron en su momento. Fueran otras las circunstancias o mejor dicho fuera otra la representación, damos por descontado que otra seria la situación política de dicha ministra, pero es lo que tenemos como congreso.

Ministros, con honrosas excepciones, como un verdadero juego de intercambio de piezas, que van de un sector a otro, sin mayor aptitud sobre el sector que se les encomienda, respondiendo en muchos casos a imposiciones de aliados estratégicos en la contención de sobrevivencia política o a ciertos compadrazgos nada santos; antecedentes nada reconfortantes para la transparencia de la gestión pública asumida; la inmediatez del cargo, sin posibilidad de planificar y gestionar, son la radiografía de la inestabilidad, que evidencia de manera objetiva la precariedad en que está sumida la gestión de gobierno.

Por mandado constitucional el presidente nombra y remueve al presidente del Consejo de Ministros, como asimismo nombra y remueve a los Ministros a propuesta y con acuerdo del Presidente del Consejo de Ministros; es decir la responsabilidad constitucional es del Jefe de Estado, y en él se origina esta permanente crisis de gobernabilidad, pues los cargos son de confianza, dependen de su confianza y la reiterada alternancia ministerial responde a la imprevisibilidad de su actuar, el equivocado nombramiento, la ineficiencia de gestión, la propia incompetencia para la responsabilidad encargada, las contradicciones políticas, son consecuencia de sus decisiones.

¿Como sostener políticas públicas en este contexto? La permanente rotación de sus más altos funcionarios, tiene múltiples efectos: cambios en la estructura de la toma de decisiones, visiones y objetivos de gestión alterados con frecuencia, parálisis de proyectos, revisión de decisiones anteriores, planificación inexistente y el personal sujeto a la incertidumbre de la continuidad o no.

Retomando la interrogante anterior, como asumir el impulso de políticas públicas que dejen huella de gestión, coincidan las decisiones o respuestas con la problemática presente, acudan en la priorización de las carencias y demandas ciudadanas si cada cierto tiempo, la decisión se ve postergada o rectificada o cancelada.

El abrir una primera página de un medio escrito, el ver el noticiero televisivo y encontrarnos con un nuevo cambio ministerial ya no llama la atención, su frecuencia se toma como una función ordinaria, obviando nuestra responsabilidad de no convalidar estas decisiones que ahondan nuestra brecha de ingobernabilidad. Y aun asumiendo que con el transcurrir del tiempo, los forzados y urgentes aprendizajes políticos que el gobierno debe asumir, se nos responde con una reiteración de lo observado, manifestándose entonces, que más que las estabilidad política y reforzamiento institucional, importa la política del cortoplacismo, la política de la sobrevivencia.

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