El Día del Padre» es una fecha propia para reflexionar, sobre su real valor. Los padres no requieren de un premio o regalo por cumplir su rol potencial; pero sí el reconocimiento de sus hijos, por su esfuerzo permanente, para darle la protección y todo el amor de que son capaces de consolidar con la estabilidad y la felicidad de la familia.
Ser padre es sinónimo de entrega, de responsabilidad y de ejemplo. El padre como guía y amigo de sus hijos debe sembrar en ellos el hábito del trabajo, honradez, veracidad, disciplina. Debe recalcar que la responsabilidad y sinceridad van a acentuar su personalidad.
Ser padre en nuestro país no es tarea fácil; por ello, cuanto más tenemos que alegrarnos es dar gracias a Dios en el largo o corto camino de la vida que tenemos junto a ellos.
El padre eje sustancial de la familia, se siente omnipotente cuando sus anhelos y metas son más que formar hombres de profundas convicciones morales y espirituales y más bien sean hombres de sensibilidad social o toda prueba, hechos para la formación de nuevas familias, bajo los parámetros de dignidad y honestidad.
LA ORACIÓN DE UN PADRE
En este homenaje me permito transcribirles «La Oración de un Padre» del general Douglas Mac Arthur que dice textualmente:
“Dame, oh Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuando es débil, y lo bastante valeroso para enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo; un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota honrada, y humilde y magnánimo en la victoria.
Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando deba erguir el pecho; un hijo que sepa conocerte a Ti… y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.
Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos.
Allí déjale aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión por los que fallan.
Dame un hijo cuyo corazón sea claro, cuyos ideales sean altos; un hijo que se domine a sí mismo antes que pretenda dominar a los demás; un hijo que aprenda a reír, pero que también sepa llorar; un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca olvide el pasado.
Y después que le hayas dado todo eso, agrégale, te suplico, suficiente sentido del buen humor, de modo que pueda ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces, yo, su padre, me atreveré a murmurar: `No he vivido en vano’”
Al finalizar deseo a todos los padres en general, un feliz día y que Dios los proteja en unión de toda la familia.