POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA
Cuando eres invitado a una marcha, protesta, plantón, etc., lo básico a tener en cuenta de antemano es: i) la agenda a tratar; ii) que la entiendas; y iii) compartas ese ideal; es decir, estés identificado.
El pasado 8 de septiembre, en Nepal, un grupo de jóvenes de la denominada generación “Z” se congregaron frente a las oficinas del Parlamento pidiendo la destitución de Sharma Oli, cansados de la imperante corrupción a nivel estatal (ejemplo: los “bebés nepo”, hijos de funcionarios públicos con alardes de riqueza sin justificar, en detrimento del resto de la población), aunado a la prohibición del gobierno al acceso a 26 plataformas de redes sociales. En menos de 48 horas cayó el Ejecutivo, con el fatal saldo de 72 muertos y 300 oficinas estatales destruidas por los incendios y saqueos provocados, representando más de US$ 21,300 millones en pérdidas económicas. A los días, Sushila Karki, expresidente del Tribunal Supremo, fue nombrada primer ministro interina.
A 6,600 km de distancia, el 25 del mismo mes, miembros del citado colectivo en Madagascar se quejaron masivamente por los constantes cortes de agua y luz, exigiendo la salida de Anfry Rajoelina, acusándolo a su vez de corrupción, malversación de fondos y nepotismo. Luego de veinte días, el mandatario huyó sin rumbo conocido ante el golpe de Estado del poderoso Cuerpo de Administración de Personal y Servicios del Ejército de Tierra (CAPSAT), prometiendo que convocarán a elecciones generales dentro de dos años. Algo similar viene ocurriendo en Marruecos, que, desde el 27 de septiembre, el grupo “Gen Z212” está en las calles reclamando mejoras en los servicios públicos y aumento del gasto en educación y salud.
La generación “Z”, en palabras del sociólogo José Guillermo Nugent, en entrevista para Infobae, refiere que “corresponde al segmento poblacional nacido entre finales de la década de 1990 e inicios de los 2000, identificados por haber crecido en una cultura totalmente digital”, agregando que “tienen un sentido muy crítico con el mundo político”.
Dicho esto, ¿cuáles han sido, o siguen siendo, los pedidos de esta generación en el Perú? BBC Mundo admite que los manifestantes no muestran un objetivo concreto, pues el pedido generalizado es el “que se vayan todos”. Omar Coronel, experto en Movimientos Sociales de la PUC, en este medio puntualizó que “el nexo común es el rechazo a un gobierno y unos congresistas extremadamente impopulares”. ¿Lo entendieron? Tampoco.
De lo primero, doña Dina Boluarte fue vacada en la madrugada del 10 de octubre, siendo reemplazada por la mañana del mismo día por José Jerí, entonces presidente del Congreso. Con menos de una semana en el cargo, sin otorgarle el beneficio de la duda, ajeno a la problemática existente, ya exigen su salida.
En realidad, ¿quiénes son los que promueven estas movilizaciones, incluyendo disturbios con destrucción de propiedad pública y privada; amén de policías y civiles heridos, y un lamentable fallecido? Más allá de los infiltrados que siempre hay y se sabe de antemano, la respuesta es una sola: los caviares. Sí, aquel grupúsculo reducido (aún con poder en ciertos medios de comunicación, clase política, Poder Judicial y Fiscalía) que desenfrenadamente auparon a Susana Villarán, tildándola sobre todo de “honesta”, y que hoy, al ratificarse ampliamente la confesión corrupta de la exalcaldesa metropolitana de haber recibido coima de Odebrecht y OAS, le dan literalmente la espalda, pretendiendo ideologizar a este colectivo de la última letra del abecedario, con la única finalidad de recuperar visibilidad en el escenario público.
Y de lo otro, es una exigencia sin sentido. Los 130 legisladores fueron electos por el voto popular, cuyas funciones cesan el próximo 26 de julio. Agrade o no, son considerados “el primer poder del Estado” y garantizan el “equilibrio de poderes” (¿o ya olvidamos que fueron estas mismas personas las que nos libraron de una segura tiranía de Pedro Castillo a partir del 7 de diciembre de 2022?). Errores hay, a cada rato y probablemente de varios de ellos, pero si queremos una mejor representatividad en adelante (en lo académico y laboral), entonces el 12 de abril sufraguemos con la razón.
En conclusión, una generación con hartas ideas, pero sin agenda política.