POR: ANTONIO YUPANQUI R.
En la cálida provincia de Ilo, región Moquegua, camino al El Algarrobal, se levanta el Fundo Poquera, un espacio que simboliza más que un emprendimiento agrícola: es la historia viva del esfuerzo, la constancia y el amor por la naturaleza de Flor de María Mejía y su esposo, quienes día a día trabajan la tierra con dedicación, paciencia y esperanza.
Entre olivos centenarios que dan sombra y vida, ambos han sabido rescatar la esencia del trabajo en el campo, demostrando que cuando el amor se une al esfuerzo, la tierra florece con más fuerza. En cada surco sembrado y en cada fruto cosechado hay una historia de lucha silenciosa, de madrugadas y sol intenso, pero también de gratitud y satisfacción por ver crecer lo que se cuida con el corazón.
El Fundo Poquera no solo es un espacio de producción de olivos: es un lugar donde la naturaleza y la hospitalidad se encuentran. A través de La Botana, Tienda Ecoturística, Flor y su familia abren las puertas de su fundo para que familias y amigos disfruten de un ambiente natural, lleno de energía, sabor y momentos irrepetibles.
Allí, bajo la sombra de los árboles y el aroma del campo, uno redescubre la calma y el valor de lo simple: compartir, reír, degustar y sentir que la vida, efectivamente, es una y debe vivirse con amor.
Recientemente, junto a un grupo de amigos comunicadores, tuvimos la oportunidad de visitar este hermoso lugar y escuchar de cerca la historia de Flor de María Mejía. Su relato nos conmovió profundamente: una mujer que, con esfuerzo y fe, convirtió un sueño en realidad, demostrando que el verdadero éxito nace del trabajo honesto, la perseverancia y el amor por lo que se hace. Fue una experiencia inspiradora que reafirma la importancia de valorar nuestras raíces y a las personas que hacen grande al campo peruano.
Visitar el Fundo Poquera es reencontrarse con nuestras raíces, con el Perú agrícola que aún late en cada hoja de olivo. Es admirar cómo una familia ha logrado transformar su entorno con trabajo, unión y pasión, sembrando no solo olivos, sino también inspiración para las nuevas generaciones.
Así, el nombre de Flor de María Mejía y su esposo se asocia hoy con la resiliencia, la dedicación y el compromiso con la tierra. En cada visita, en cada recorrido por este hermoso lugar, uno comprende que el verdadero fruto del campo no está solo en la cosecha, sino en el ejemplo de quienes aman lo que hacen y lo comparten con los demás.
