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26 septiembre, 2024 10:31 am

Fray Manuel de Sanahuja

Ambos frailes fueron discípulos del arquitecto catalán Coulí, fraile agustino exclaustrado que dirigió la construcción del templo franciscano del colegio de la villa de Moquegua, en cuyos planos trabajó el lego Marí revisados por Sanahuja.

POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS   

Cuando en 1767 el rey dispuso la expulsión de los jesuitas de todo el reino, se marcharon del colegio de Moquegua que dirigieron desde su fundación en 1711 gracias a José Hurtado de Ichagoyen. Dejaron un local en su mayor parte construido de quincha y adobe y un templo, edificios en mal estado por efecto de los sismos e inconclusos.

El rey no tardó en encomendarlo a los franciscanos. En el último cuarto del siglo XVIII salieron del colegio de Propaganda Fide de Escornalbou, en Cataluña, con destino a Moquegua, los legos fray Francisco Miguel Marí y fray Manuel de Sanahuja, especialistas en construcción, acompañados de otros religiosos misioneros.

Ambos frailes fueron discípulos del arquitecto catalán Coulí, fraile agustino exclaustrado que dirigió la construcción del templo franciscano del colegio de la villa de Moquegua, en cuyos planos trabajó el lego Marí revisados por Sanahuja.

El padre e historiador Fernando Domínguez nos cuenta que Coulí fue casado en Moquegua. Pretendió hacerlo nuevamente en el Alto Perú. Descubierto, fue apresado y enviado a España. En el viaje, sacudido por los remordimientos, se lanzó al mar.

El templo se había inaugurado en 1795 pero aún faltaba mucho por edificar. La economía del colegio no pasaba por su mejor momento. En una reunión de discretorio de 1798, bajo la guardianía de fray Tomás Nicolau, se hacía constar “los crecidos gastos y urgencias que exige la actual fábrica del colegio”.

En efecto, en el Libro Becerro del colegio consta que “El 27 de noviembre de 1802 se congregó el R. P. guardián y el venerable discretorio para reconocer un plan de dos claustros en cuadro, con sus correspondientes celdas, hasta la perfecta conclusión del seminario, formado por fray Francisco Marí, reconocido por el arquitecto fray Manuel de Sanahuja, y convenidos los dos maestros en que el todo de la obra se haga cuanto sea posible sin exceder en el gasto, que permite nuestro instituto apostólico, de lo que cerciorado el venerable discretorio dio su bendición y licencia para que lleven a su fin el plan que han presentado”.

Teresa Gisbert y José de Mesa, reconocidos historiadores de arte, dicen que “El claustro y otras obras [del Colegio de Moquegua] se siguieron hasta 1807, fecha en la que trabaja en la obra el padre fray Manuel Sanahuja, quien continuó las obras de fray Francisco Marí, que se encontraba allí luego de haber terminado sus obras en Tarija […] Se puede decir que el trío Coulí, Marí y Sanahuja son el aporte más importante de los franciscanos de los Colegios de Tarija y Moquegua para la arquitectura del sur andino”.

Tan reconocida fue la obra desarrollada por el arquitecto fray Manuel Sanahuja en el diseño y construcción del Colegio de Moquegua, que el influyente general José Manuel de Goyeneche y Barreda lo envió a Potosí en 1808, para que con su reconocido arte contribuya a levantar la catedral derrumbada el año anterior. Llevó tras de sí su paso por el afamado Colegio de Moquegua y el arte aprendido trabajando sus claustros.

A él se debe la alabada catedral de Potosí y de La Paz. Al decir de los entendidos “pocos monumentos andinos exceden en grandeza y magnificencia a la catedral de Potosi”. A Manuel de Sanahuja se le considera como el arquitecto neoclásico más importante del sur del Perú y Bolivia en la primera mitad del s. XIX.

Como consecuencia de los terremotos de 1831 y 1833 el Colegio de Moquegua fue seriamente afectado, se hizo una posterior restauración. El cataclismo de 1868 arruinó el local y derrumbó el templo que no se levantó más. Aún se conservan sótanos, aulas, corredores si bien en mal estado, recuperables con buena voluntad, pues dinero lo tenemos.

Que el espíritu de fray Manuel de Sanahuja, presente en los viejos claustros, inspire a los restauradores.

Análisis & Opinión